Diario de Castilla y León

El Supremo tumba la alegación de un condenado por tortura y asesinato a un anciano en Burgos

Romeo Anisim y otros tres cómplices, que quemaron con una plancha al varón de Palazuelos para que revelara el escondite de su dinero, planteó que la víctima le identificó «moribunda» y «a través de una foto» en el hospital Río Hortega

Romeo Anisim, sentado con pantalón corto, y los otros tres acusados durante el juicio celebrado en mayo de 2013 en la Audiencia de Burgos. C.B.

Romeo Anisim, sentado con pantalón corto, y los otros tres acusados durante el juicio celebrado en mayo de 2013 en la Audiencia de Burgos. C.B.

Publicado por
Íñigo Arrúe
Valladolid

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El Tribunal Supremo ha rechazado a través de un reciente auto, el recurso de un condenado por el asesinato de un octogenario en Palazuelos (Burgos) , para que se revise la sentencia de 2013 que le condenó a 34 años de prisión. Lo llamativo es que lo ha solicitado nueve años después de la sentencia condenatoria . Y entre otros puntos aduce que la víctima le reconoció moribunda y solo por foto en el Hospital Río Hortega de Valladolid. Algo imposible, a su juicio, porque no estuvo en la casa asaltada.

El recurrente es Romeo Anisim, de 35 años en la actualidad, integrante del grupo de cuatro rumanos que entraron en la casa del vecino Francisco Manzanal de la localidad de Palazuelos de Villadiego el 14 de noviembre de 2011. Y aunque los cuatro fueron condenados a la misma pena, Romeo tuvo un papel relevante, según la sentencia de la Audiencia de Burgos , ya que acudieron al lugar en su vehículo, hallaron sangre de la víctima en su turismo, un Rover 75, y retiró dinero en cajeros con la tarjeta del anciano de 81 años.

El movimiento que ha realizado el abogado de Romeo Anisim es bastante excepcional en el sistema judicial español, ya que no se trata propiamente de un recurso ante el Tribunal Supremo, sino de una «autorización» ante el mismo órgano para interponer un «recurso extraordinario de revisión» contra la sentencia 260/2013 de la Audiencia de Burgos por los delitos de asesinato, robo con violencia e intimidación, detención ilegal y continuado de robo con fuerza en las cosas en casa habitada. Los asaltantes, todos rumanos y residentes en la provincia de Vizcaya, no aterrizaron por casualidad en el perdido pueblo burgalés de Palazuelos de Villadiego un frío lunes de noviembre de 2011. 

Todos los condenados iban a tiro fijo, pero erraron al dar por hecho que su víctima era un anciano acaudalado. No se creyeron en ningún momento que fuera un anciano sin recursos y aunque el octogenario insistía en que era un humilde pensionista, no dudaron en torturarle. Conocían sus costumbres y sabían que vivía solo, ya que uno de los acusados había realizado trabajos de albañilería en el pueblo durante el verano. También tenían el convencimiento de que la víctima guardaba en su casa el dinero de la venta de unas tierras .

Por esa razón, el 14 de noviembre se desplazaron en coche desde Vizcaya a la localidad burgalesa. Sabían que la víctima tenía por costumbre acudir los lunes al mercadillo de Villadiego, de donde regresaba alrededor de las 14.30 horas. De ese modo, aprovecharon para colarse en la vivienda de la víctima por una ventana de la planta superior . Una vez dentro, registraron todas las dependencias en busca de dinero, pero no lo encontraron, así que decidieron quedarse en el pueblo para entrar por la noche y obligar a la víctima que les dijera dónde guardaba el dinero.

Para hacer tiempo, entraron en una vivienda del pueblo, donde estuvieron bebiendo y se llevaron diversos objetos, entre ellos dos navajas, dos rollos de cinta de embalar, una escoba eléctrica y una plancha, además de causar daños. 

Alrededor de las 23.30 horas se dirigieron a la casa de Francisco. Tras cortar el cable de teléfono de la fachada principal, llamaron al timbre. La víctima, que estaba ya en la cama, fue a abrir y los acusados entraron de forma violenta, empujándole y arrastrándole hasta una habitación mientras le exigían que les entregara el dinero bajo amenazas de muerte .

Francisco insistió en que el dinero lo tenía en la Caja de Ahorros y que solo guardaba en casa 10 euros. A pesar de ello, los acusados le quemaron el 17% del cuerpo con una plancha eléctrica. El anciano quedó tan mal herido que murió medio año después sin salir nunca de los hospitales. 

La Audiencia de Burgos consideró que actuaron con alevosía a través de una «liturgia de actos inhumanos» .  El tribunal juez dictaminó que existió una relación directa entre la paliza y su muerte y calificó los hechos como asesinato al producirse una «brutal agresión a la víctima, inhumana y desproporcionada, y aumentando deliberadamente el sufrimiento» para llevarse solo diez míseros euros de la casa. Tras arrancar al anciano su número de pin solo consiguieron retirar 600 euros con la tarjeta de Manzanal en cajeros del País Vasco y, casualmente, el que retiró el dinero fue Anisim. 

El tribunal rebate: las pruebas incriminatorias son abrumadoras

El recurrente Anisim expone directamente que no estuvo en el lugar del crimen –ya lo manifestó en el juicio– e incide en la debilidad de las pruebas contra él. La principal es que la víctima le identificó fotográficamente cuando estaba moribunda

Esta diligencia se practicó en presencia de dos funcionarios de la Guardia Civil. Francisco Manzanal se encontraba en el Hospital Río Hortega de Valladolid como consecuencia de las graves heridas y quemaduras, y no pudo ser ratificada en sede judicial, debido al grave estado de salud en que se encontraba , por lo que los citados agentes policiales prestaron declaración en la vista oral para avalarlo.

«Le caían las lágrimas»

El agente que dirigió la investigación describió en el juicio cómo estaba la habitación de la vivienda en la que torturaron al anciano. «Había sangre por todos los lados», explicó. También describió el «estado deplorable» en el que se encontraron al anciano cuando fueron al hospital de Valladolid para que reconociera a alguno de los acusados. No podía hablar, pero cuando entre las fotos que le enseñaron vio la de uno de los acusados, «levantó el dedo, lo señaló y se le caían las lágrimas». 

Romeo Anisim también alegó que sus compatriotas le habían exculpado de la participación en el robo con violencia. Invocaba unas «pruebas nuevas» de las que no se hizo uso al tiempo del juicio y la condena: las manifestaciones escritas de los otros tres condenados, solo una de ellas firmada, en las que exculpan a Romeo alegando que no participó en los hechos y se limitó a alquilar su vehículo, sin tener conocimiento de lo que harían con él. Cuando devolvieron el coche se ‘olvidaron’ en su interior parte de los objetos sustraídos, sin que Romeo tuviera tampoco conocimiento de ello. Y explican el uso de la tarjeta sustraída en el hecho de haberla entregado, junto con el pin, para que se cobrase una deuda previa.

La Policía Judicial rebatió todas estas justificaciones y reunió indicios incriminatorios de peso  contra Romeo: además del testimonio incriminatorio de un testigo protegido, el Rover 75 que algunos vecinos vieron el día de los hechos, paró a las 4.30 de la madrugada del 15 de noviembre en el área de servicio de Ameyugo, para repostar. Las cámaras captaron su presencia y la matrícula coincidía con la del automóvil de Romeo.  Este imputado también fue grabado por la cámara de seguridad de un cajero automático de Amorebieta (Vizcaya), situado a escasos 50 metros del portal de su casa. Y también hallaron restos de sangre de la víctima en  una alfombrilla del citado Rover

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