Diario de Castilla y León

BURGOS

El policía que ejerció de padre tras una agresión machista en Burgos

Acunó a un niño de 2 años en Urgencias hasta dormirlo mientras su madre, «muy nerviosa y llorando», era atendida por una agresión de su pareja

Rubén Úzquiza y Sergio Agudo, los policías que se desvivieron por atender a un niño mientras curaban a su madre agredida. T. ALONSO

Rubén Úzquiza y Sergio Agudo, los policías que se desvivieron por atender a un niño mientras curaban a su madre agredida. T. ALONSO

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Diego Santamaría

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Tierna por un lado, estremecedora por otro. La imagen compartida este martes por la Policía Local de Burgos en Twitter no deja indiferente a nadie. O no debería. 

La instantánea en cuestión corresponde a una de las dos intervenciones practicadas el lunes por el Cuerpo en materia de violencia de género. Concretamente, a una agresión machista en la Calle de Mirabueno. Para informar brevemente de lo sucedido, el agente Sergio Agudo fotografía a su compañero Rubén Úzquiza sosteniendo entre sus brazos a un niño de dos años completamente dormido. Agotado, probablemente ajeno a lo que ha sucedido en el interior de su hogar. Ambos se encuentran en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU). La madre del menor está siendo atendida. Presenta «contusiones en el rostro». Ha llegado «muy nerviosa, llorando». Las heridas que más duelen, las que brotan por dentro, nunca cicatrizarán. 

Rubén y Sergio recibieron el aviso y se personaron allí en un periquete. Iban de paisano, lo ideal en casos de este tipo porque «si vas al hospital con el uniforme la persona se va a sentir observada». De lo que se trata es de que «la víctima no se vea señalada ni observada», esgrimen nada más arrancar el relato de los hechos. A continuación, Rubén describe una «situación dolorosa», como siempre, pero con el peliagudo condicionante del delito cometido en presencia de menores. Dos hermanos, de 2 y 4 años, acaban de presenciar cómo su padre agrede a su madre. 

Son demasiado pequeños. Menos conscientes, por ende, de lo que lo sería un niño de mayor edad. Lo mismo da. Necesitan salir de ahí, refugiarse en un entorno seguro y cercano que les arrope tras ser testigos de semejante tropelía. Durante aproximadamente 45 minutos, los dos agentes de paisano colaboran con la Unidad de Protección Ciudadana -la primera en llegar- y la Policía Nacional. Tres prioridades: Localizar y arrestar al presunto maltratador -huido como casi todos-, que la víctima reciba asistencia médica antes de interponer la denuncia y que los chavales reciban cariño. 

Al final, el mayor se va con un familiar. El pequeño, por aquello del «apego», acompañará a su madre hasta el HUBU. «Sentimos mucha tristeza», reconoce Rubén a sabiendas de que «los niños tendrían que estar jugando y no en el hospital». Tanto él como Sergio son padres, por eso empatizan más si cabe con tan duro trance. De lo que se trata en estos casos es de «dar tranquilidad a la víctima y a sus acompañantes». Al cabo de un rato, unas amigas de la mujer agredida se hacen cargo del menor. Tranquiliza saber que el chaval ha estado en buenas manos. 

Acostumbrados por desgracia a esta clase de intervenciones, los agentes evitan «volver a preguntar sobre qué es lo que ha sucedido». Es lo suyo, pues tal y como explica Rubén «a los primeros compañeros ya se lo han explicado. Después en el hospital volverán a preguntar y en Policía Nacional también». Este último paso se dará, eso sí, siempre y cuando la víctima quiera denunciar. 

«La agresión no se debe dar bajo ninguna circunstancia», sentencia Sergio mientras hace un llamamiento a todas aquellas mujeres que sufren el machismo en su máxima expresión: «La denuncia tiene que acabar en Comisaría». En esta ocasión, la víctima fue «valiente». Según confesó ella misma, «no era la primera vez que pasaba».  Sea como fuere, la Policía puede denunciar de oficio cuando el delito salta a la vista. 

Si algo está claro, es que los crímenes machistas no entienden de nacionalidades o clases sociales. Quizá haya «ciertos condicionantes», apunta Sergio, pero lo cierto es que no existe un perfil homogéneo y mayoritario. Lo que sí percibe, al igual que su compañero, es un preocupante repunte de agresiones entre jóvenes. Adolescentes incluso. Por ejemplo, «parejas de escasa edad con relaciones muy cortas, de dos o tres mes». No en vano, «también ves casos de 70 años». Así las cosas, a estas alturas ambos agentes sienten demasiada «impotencia». Antes y después de ponerse el uniforme. 

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