Diario de Castilla y León

Burgos despide a Amando, El Patillas

El conocido tabernero, propietario del mítico Bar El Patillas, fallece a los 80 años

Amando Quintano, El Patillas. I. L. M.

Amando Quintano, El Patillas. I. L. M.

Publicado por
B. OLALLA / BURGOS
Valladolid

Creado:

Actualizado:

Se ha ido Amando, el hijo de Baldomero. Patillas como su padre. Moría a los 80 años lejos de su Burgos del alma, del que se fue cuando salió de detrás de la barra para no volver más que de visita. 

«Yo quisiera que esto fuera eterno». Ese era su deseo, que expresaba en una entrevista a este periódico al decir adiós a su mítica taberna de la calle Calera. Y aunque él no lo podrá ver ya, su deseo va camino de convertirse en realidad porque en los corazones de muchos burgaleses de varias generaciones va un trocito de El Patillas y de Amando.

Al conocerse su fallecimiento el sábado en Santoña fueron muchos los personajes conocidos del mundo de la cultura, la política y la sociedad burgalesa en general que dedicaron unas palabras de aprecio al tabernero más conocido de la ciudad.

Los procuradores burgaleses Luis Tudanca (PSOE) y Laura Domínguez (Podemos), el concejal Israel Hernando, el escritor Óscar Esquivias o el músico Diego Galáz coincidieron en el aprecio a su persona y el reconocimiento a su legado. Incluso el club baloncesto Miraflores se unió al pésame.

Para Diego Galáz, ayer fue un "día muy triste". "Nos ha dejado Amando. En el Patillas crecí como músico y persona. Y el amor hacia este hombre creció y creció", confiesa.

"Nunca existirá otro lugar en nuestra ciudad con la magia del Patillas Cara sonriente con ojos en forma de corazónCara sonriente con ojos en forma de corazón Horas de música, de cervezas y de buena gente y Amando eterno tras la barra. Hoy nos deja un pedacito de Burgos irrecuperable", dejó escrito Laura Domínguez en su cuenta de Twitter. 

Un local mítico

Amando fue el último de la saga familiar que regentó el mítico Patillas, que su abuelo Elías, recién llegado de Villadiego, abrió el 2 de enero de 1914. Luego fue su padre, Baldomero, quien se puso detrás de la barra en 1936 y no dejó las riendas -sin cerrar nunca más que el día de la Virgen de Agosto- hasta 1999, aunque un joven Amando ya trabajaba con el padre mientras se dejaba crecer las Patillas. Fue en 1982 cuando empezó a poner vinos y cervezas en su tasca, que más que una taberna era un pretexto para el encuentro de músicos, cantantes y hasta algún bailarín de tangos. 

Amando y su laúd se ganaron el corazón de una parroquia variopinta que encajaba a la perfección entre las paredes de este curioso local, tapizado de recuerdos, fotos e instrumentos. El origen de este local del que hoy todo Burgos presume, viene de su padre que montó "una taberna para que todos sus amigos y todo el espontáneo que viniese tocara aquí. A ellos los dejaba los instrumentos que quisieran», cuenta Amando, que fue fiel a la misma filosofía durante toda su vida detrás de la barra.

Tenía ese carácter que en Burgos se califica como asperón y no tenía reparos en dirigir su taberna como un capitán su barco, a golpe de genio y carácter. A muchos los mandó "a la puta calle" y siguió despachando. 

Arisco y tierno a la vez, encantado, llegaba a confesar, porque cada noche disfrutaba de un concierto nuevo, de chicas guapas «y de cosas que no ocurren en ninguna otra parte del mundo».

El Patillas vivió infinidad de momentos gloriosos y recibió visitas ilustres. Como la de Joan Baez, a la que alguien en Nueva York aconsejó visitar El Patillas en su gira por España. Amandó bailó y cantó y hasta tuvo confidencias rosas con la gran dama de la canción protesta. Ni a ella ni a Pablo Sainz Villegas, guitarrista burgalés que se ha llevado un trozo del alma del local a Manhattan, les mandó nunca El Patillas a la puta calle. A ella sí le regaló un chupachups.

Llegado el momento de la retirada, Amando se fue a vivir a Málaga con Chari, su mujer, con la que se casó en 1990. El Patillas vivió otra etapa fuera de la familia, siempre con la misma vitola de patrimonio del burgalesismo más castizo. Venía de visita, de cuando en cuando.

Trajeado y con enormes corbatas. Se dejaba ver y luego volvía al sur. Hacía un par de años que se había asentado en Santoña, donde falleció a la edad de 80 años. 

Amando se va, pero El Patillas se hace eterno.

tracking