Ribadelago deja aflorar su memoria 66 años después
La rotura de la presa de Vega del Tera el 9 de enero de 1959 fue una catástrofe que causó la muerte de 144 vecinos de la localidad zamorana

Los vecinos acompañan los féretros de algunas de las víctimas en una de las imágenes del museo
El trágico suceso no ha abandonado la mente de los vecinos en todo este tiempo. En la madrugada del pasado jueves, 9 de enero, se cumplieron 66 años de la catástrofe de Ribadelago, un desastre que causó la muerte de 144 de los 532 habitantes de este pueblo zamorano. En esa aciaga madrugada del 9 de enero de 1959, la presa de Vega de Tera se rompió, liberando casi 8 millones de metros cúbicos de agua (8 hectómetros cúbicos). Es más agua que la que podría contener, por ejemplo, el embalse del Pontón Alto, en Segovia, con 7,3 hectómetros de capacidad, o casi la misma que aloja a día de hoy el embalse de Villameca, en León, que con 8,2 hectómetros cúbicos se encuentra al 44% de su capacidad.
Para conmemorar la efeméride, Ribadelago abrió el jueves su Museo de la Memoria, un centro expositivo que se inauguró el pasado mes de agosto de 2024 y que recuerda a las personas que murieron en aquella madrugada. Se trata de un centro que desde el verano se abre solo esporádicamente, a demanda, y que el pasado día 9 tuvo la mayor de las razones para ponerse en funcionamiento. Y no solo eso, Ribadelago celebró también el jueves una misa en recuerdo de los fallecidos, a la una de la tarde, y posteriormente realizó una ofrenda floral en el monumento que existe en el pueblo viejo.
La rotura de la presa de Vega del Tera, que aún hoy presenta la ruina en que se convirtió, provocó una inundación que arrasó el pueblo de Ribadelago y que se sigue recordando en la comarca 66 años después. En aquellos días los habitantes de la provincia zamorana clamaron de indignación debido a que el reventón de la presa se produjo por la mala calidad de los materiales de construcción y por las deficiencias estructurales, según los informes de la época.
Según se refleja en los medios de comunicación de aquellos días, el agua alcanzó el pueblo en cuestión de minutos, destruyendo muchas edificaciones y dejando a los vecinos sin tiempo para escapar. La catástrofe se recuerda no solo en la provincia, sino en todo el país como uno de los desastres más devastadores debido a la rotura de presas en la historia de España. Generó, según las mismas fuentes, un importante movimiento solidario de apoyo a las víctimas tanto a nivel nacional como internacional.
Se trata de uno de los más significativos desastres de su clase, junto a los de Torrejón y Tous. En el primer caso, la presa de Torrejón, seis años después de la de Ribadelago, el 33 de octubre de 1965, un embalse en la confluencia de los ríos Tajo y Tiétar, en la provincia de Cáceres, sufrió una rotura que resultó ser un accidente laboral y causó la muerte de entre 30 y 70 trabajadores que se encontraban en el lugar.
En cuanto a la denominada ‘Pantanada de Tous’, el 20 de octubre de 1982, se debió a la rotura de la presa homónima, situada en la cuenca del río Júcar, en la provincia de Valencia. La presa cedió debido a lluvias torrenciales, provocando una gran inundación en la cuenca del Júcar que arrasó las comarcas de la Ribera Alta y la Ribera Baja. Causó la muerte de unas 40 personas y dejó a miles de damnificados.
Ribadelago, Torrejón y Tous se han convertido en catástrofes que no solo dejaron huella en la historia de España, sino que propiciaron mejoras en las normativas de seguridad de los embalses y en las técnicas de construcción de presas para prevenir accidentes.