Diario de Castilla y León

Eulalia, la soriana que nació con la gripe española y murió por coronavirus

Nació en La Revilla, Burgos, en diciembre cumplió 101 años y el domingo falleció en la residencia de Los Royales de Soria / Sus cenizas esperan para regresar a Barbadillo, donde se casó y vivió

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Félix Villalba

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Vino al mundo con una pandemia y se fue de él por culpa de otra . Eulalia Rey de Miguel murió el pasado domingo, día 29, en la residencia de Los Royales de Soria, una de las primeras en las que saltó la alarma en Castilla y León por el alto número de personas mayores afectadas por el coronavirus. Eulalia nació rodeada de gripe española en 1918 y murió poco más de tres meses después de cumplir 101 años con síntomas de coronavirus.

Eulalia Rey de Miguel nació el 10 de diciembre de 1918, cuando acababa de terminar la Primera Guerra mundial . Su madre le repitió muchas veces que había venido al mundo cuando el planeta sufría la pandemia de la gripe española y así se lo repitió ella a sus cuatro hijos.

Quizá su madre le insistió en el dato porque había pasado un miedo similar al que sufren ahora muchos españoles o había sentido la inquietud de estar embarazada en medio de un grave problema sanitario, como les puede estar ocurriendo ahora a quienes esperan en estos tiempos un hijo.

Esa g ripe no era realmente española y el nombre se debe a que España, al no estar en la contienda mundial, fue el único país que no censuró los informes sobre la epidemia, así que buena parte del mundo se enteró de ella por las noticias de España, y de ahí quedó el nombre. El virus acabó con la vida de 40 o 50 millones de personas y hoy todavía se estudia su origen.

La madre de Eulalia logró salvarse de la epidemia y dar a luz a una niña en la localidad burgalesa de La Revilla . Solo tuvo dos hijas, algo extraño en esos tiempos, pero que se explica en el hecho de que el padre de Eulalia se fue a Argentina para buscar fortuna, y ocho años después, «venía más pobre», según contaba Eulalia a sus cuatro hijos, como recuerda una de ellos, Mercedes Pinedo, la única que vive en Soria y que tuvo la suerte de disfrutar intensamente de los últimos años de su madre.

Mercedes dejó de ver a su madre el 11 de marzo, cuando las noticias sobre el coronavirus le aconsejaron no acercarse a ella para evitar el riesgo de introducir el virus en una residencia de ancianos. Si embargo, Mercedes, que es auxiliar de enfermería, estaba concienciada desde el principio que era el final de su madre. «Sería un milagro que hubiera sobrevivido» .

«¡Cómo la van a hacer el test de coronavirus, si no se lo hacen ni a los sanitarios» , responde a la pregunta de si su madre había dado positivo. No hace falta prueba realmente. El día 16 empezó a tener fiebre, que iba y venía,  hasta que el día 29 llamaron de la residencia a las 7 de la tarde diciendo que Eulalia «estaba muy malita». Y a las ocho de la tarde se la llevó el coronavirus, 101 años después de la gripe española.

La burgalesa llegó hace seis años a Soria procedente de Barbadillo, Burgos, el pueblo de su marido y en el que pasó la mayor parte de su vida, para quedarse en casa de su hija Mercedes. Desde hace tres años vivía en la residencia de Los Royales, que fue el primer foco importante de coronavirus en Soria , una provincia que poco después se ha convertido en la zona cero de la pandemia en España, por su alta incidencia. 

Mercedes Pinedo, después de todas las noticias aparecidas sobre Los Royales, quiere destacar el buen trato que ha recibido siempre su madre en el centro, el cariño del director y de las cuidadoras. Incluso echará de menos las visitas diarias de las tardes a la residencia , donde se había formado un grupo de amigos. Quizá su relación directa con la sanidad le hace comprender mejor el elevado número de víctimas que se lleva el virus de los centros de mayores. 

Su madre atravesó durante su vida grandes momentos de la historia, pero casi siempre desde Barbadillo, donde junto a su marido atendía el ganado, ovejas y vacas, y el campo con el cereal. Antes de casarse se fue a trabajar a Burgos, a las casa del periodista Ángel de la Viuda, con cuya familia acabaron trabando amistad.

También antes de contraer matrimonio fue a trabajar a Bilbao. La capital vizcaína y la burgalesa fueron después sus principales desplazamientos para visitar a familiares –dos de sus hijos están en Burgos y otra en Bilbao–, porque en la vida diaria solo iba a Salas de los Infantes, al mercado.

Sí pudo ir en una ocasión de vacaciones, a Málaga, de la mano de una entidad bancaria . El premio era para dos personas, pero su marido, Santiago Pineda, fallecido con 72 años, no quiso ir, porque no quería dejar solas a las ovejas, pero no por ello Eulalia iba a renunciar al viaje, así que se marchó con su hija pequeña.

Siguió anclada a Barbadillo mientras pudo, aunque en los últimos años solo estaba los veranos en el pueblo y en invierno iba a Soria, a casa de su hija. El pueblo burgalés pierde ahora a una de sus habitantes más longevas. «Ha enterrado a todas sus amigas», señala Mercedes Pinedo, que recuerda la afición de su madre a salir a dar paseos con otras mujeres de Barbadillo.

Mercedes dice de ella que era muy trabajadora. En el pueblo también trabajó en un taller de confección , Talleres Moradillo, donde se hacían pantalones y camisas. Luego, Eulalia se compró una máquina de coser y hacía cosas por su cuenta y Barbadillo perdió el taller.

Era también una mujer de carácter. «A mí me llevaba más recta que una vela» , señala su hija Mercedes, que reconoce que fue bastante traviesa y por eso Eulalia estaba más pendiente de enderezarla. «Y mira, luego he sido la que he estado con ella». Lo dice que con alegría, porque pasó muy buenos ratos en la residencia, donde entonces la traviesa era Eulalia. Pudo andar por sí misma hasta hace un año y medio, cuando tuvo que pasar a utilizar la silla de ruedas. «No podías descuidarte, porque quitaba el freno de la silla para marcharse por su cuenta».

Y tampoco contenía la lengua, porque lo mismo llamaba al director de la residencia «tío gordo», que dedicaba lindezas a las cuidadoras, algo que todos acogían divertidos. Y a su hija, aunque era ella ahora la cuidadora, la seguía teniendo controlada. «Cuando estaba con ella en la residencia y me marchaba para comprar algo me soltaba: ‘de puta madre, ya te marchas y me dejas sola’» .

Mercedes Pinedo, a pesar del reciente fallecimiento de su madre , transmite satisfacción por haber contado con ella tanto tiempo y en muy buenas condiciones. Solo al final dejó de reconocer a las personas.

Ahora, las cenizas de Eulalia están en una funeraria de Soria, a la espera de que se acabe la pandemia. Será entonces cuando Mercedes, sus hermanos y el resto de la familia vayan a recogerlas para llevarlas a Barbadillo y dejar que reposen allí, porque Mercedes prefiere esperar y poder hacer una despedida con todos los familiares y no una como a la que ahora están obligadas muchas personas, con asistencia mínima y con grandes medidas de seguridad. Sabe que a Eulalia no le importa esperar y que lo preferiría tal y como la ha planteado su hija. Nació con la gripe española, se fue con el coronavirus pero será despedida como merece cuando no haya estado de alarma.

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