AGUAS TERMALES
El balneario salmantino que alivia a los mineros asturianos
Los baños de Ledesma cuentan con un manantial de agua termal con múltiples propiedades medicinales que sirven para mitigar los rigores del arduo trabajo en las minas
Bajo un bucólico paisaje adehesado, entre encinas centenarias y verdes berrocales, donde pastan rebaños de ganado vacuno y res brava al serpenteante paso del Tormes por la penillanura salmantina, a unos 100 kilómetros de hendidura en la profundidad de la tierra, allí donde ni si quiera alcanzan las certezas de la geología, brota el manantial del agua termal que riega el ‘milagroso’ Balneario de Ledesma, declarado de Utilidad Pública como Bien de Interés Minero-Medicinal el 31 de mayo de 1886. Mucho antes, en la remota antigüedad de la Hispania de Marco Aurelio, allá por el siglo segundo tras al advenimiento de Cristo, se cree que ya los romanos se beneficiaban de las múltiples propiedades terapéuticas de estas aguas.
Así lo atestiguan, por ejemplo, sendas monedas de la época de su hijo, el emperador Lucius Aurelius Commodus, que fueron encontradas dentro de un arca en el depósito de las aguas minerales en 1709. Lo confirman asimismo otras piezas arqueológicas de vestigios hallados en en interior de seis sepulturas romanas aparecidas durante el transcurso de unas obras en 1883, según recoge en sus escritos el director de Comunicación del Montepío de la Minería Asturiana, Alberto Argüelles. El paso de la calzada romana que unía Salamanca y Ledesma sobre los baños en plena Vía de la Plata tampoco deja lugar a dudas. A lo largo de los siglos, se conoce su uso en la época árabe, así como la incidencia de los reyes de León en la zona y, posteriormente, su importancia en toda la Edad Media.
Por otro lado, existen estudios de la Universidad de Alcalá de Henares que datan del siglo XVII y, por supuesto, de la Universidad de Salamanca, como un trabajo firmado por el catedrático Diego de Torres Villarroel en 1744, que hablan del uso y provecho de estas aguas. Sin embargo, es en los dos últimos siglos, especialmente tras su catalogación, cuando el lugar alcanza su auge y plenitud. No en vano, el conjunto, paisaje incluido, es declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1931. “Lo primero aquí es la espectacularidad. La gente, cuando llega, se para a mitad del puente por lo que impacta ver en la ribera del Tormes estas edificaciones”, comenta a Ical el director del Balneario de Ledesma, Ángel Lois, quien aclara que, una vez allí, se trata de “tranquilidad y relax” pues “la gente viene a curarse”.
El agua termal del Balneario de Ledesma proviene de una falla y no tiene nada que ver con los flujos fluviales. Atraviesa un remota conducción que surge del interior de la tierra y realiza un largo viaje por las profundidades que le aporta, además de un incremento importante de temperatura, pues brota a 46,4 grados, un alto contenido en minerales diversos. De ahí sus bondades para la salud. “Todo lo que diga es poco. Porque estamos hablando de efectos que ves con tus ojos. Ves cómo la gente evoluciona a través de las sesiones. Personas que entran en silla de ruedas y al cabo de unos días están paseando en muletas por la cafetería”, ejemplifica el director. Lo cierto es que las virtudes de estas aguas están probadas en el tratamiento y prevención de enfermedades del aparato respiratorio, locomotor y de afecciones neurológicas y dermatológicas.
De hecho, la historia de este lugar está íntimamente ligada con la de otras profundidades, aquellas en las que laboraban la mayoría de los habitantes de las cuencas mineras de Asturias. Y es que a mediados del siglo XX, la Caja de Jubilaciones y Subsidios de la Minería Asturiana se empeñó en implantar las “novenas de baños”, que buscaban mejorar y atender la salud laboral de los mineros. Entonces aún se practicaba la minería manual, muy agresiva para la salud, con graves exposiciones para el aparato respiratorio y con muchos fallecidos cada año. “La mayoría entraban con un casco y poco más. Y se daban situaciones sanitarias muy complejas”, matiza el director, quien recuerda que la propia Caja de Jubilaciones adquirió el Balneario en 1970.
Ocho años más tarde, en 1978, se produjo su absorción por parte de la Tesorería General de la Seguridad Social y el complejo pasó a gestión pública. Ya en 1980, el Consejo de Ministros autorizó su explotación al Montepío de la Minería Asturiana, una mutualidad con 30.000 miembros por entonces que, debido a su dimensión, tuvo que asumir una importante inversión para acometer todo tipo de mejoras y ampliaciones en las instalaciones. En 1988, el Montepío acordó su compra en 180 millones de pesetas, repartida en tres pagos de 40, 60 y 80, que culminó en abril de 1990 cuando recibió el título de propiedad. Durante estos años, las aguas ‘milagrosas’ de la falla salmantina han servido como bálsamo para los rigores de la extracción minera en Asturias: el termalismo social.
Es el caso del mutualista y exminero asturiano José Manuel Naves Fernández, usuario del balneario durante más de cuatro décadas, quien recuerda la importancia del Balneario de Ledesma para los mineros en aquella época. El propio médico, cuenta, les concedía una semana de baja a condición de viajar a los Baños de Ledesma. “Tengo que decir una cosa: la primera vez que vine aquí, yo pensaba que esto era una cuestión de cabeza. Pero cuando murió mi mujer, ese verano no vine, y después pasé el invierno mal, mal, mal de verdad”, reconoce a Ical el jubilado, con un marcado acento asturiano forjado en La Felguera, dentro del concejo de Langreo, en plena comarca minera.
José Manuel, que aún toma inhalaciones después de estar en la mina 36 años, cuenta que en los años fuertes de la minería tenían preferencia los que estaban en activo y, era tal la demanda, que había que sortear las plazas del balneario. Cada quincena, fletaban autobuses a través de dos rutas diferentes que recorrían Asturias de punta a punta recogiendo mutualistas para bajar a Salamanca. “La gente venía aquí con mucha fe, como a Lourdes o Fátima”, bromea Naves Fernández, quine confirma y rememora casos de sillas de ruedas abandonadas gracias a los baños. “Esta es la joya de la corona del Montepío”, en plena provincia salmantina. “Aquí hay muchas cosas para ver. Y nos llevamos el tesoro en la maleta”, confiesa, en referencia a los ibéricos, desvelando, por ejemplo, que la autóctona carne de vaca morucha es conocida en el Principado “gracias a los mutualistas”.
Hoy en día, la caída de la actividad minera ha hecho que los mutualistas se reduzcan a apenas 8.000, de modo que el Balneario debe nutrirse de todo tipo de clientes para resultar rentable. Así, desde los años 90, en enclave pertenece a los programas de Termalismo Social del Imserso. Y si los mutualistas se han quedado en apenas un 20% de la clientela, los jubilados representan ya entre un 55 y un 58% del total. Además, según cifra el director, hay un 5% reservado a un programa de inmersión lingüística para niño y el resto, entre un 15 y un 20%, se destina al cliente directo. El espacio permanece abierto al público de marzo a diciembre y, durante los meses fríos, se dedica a algo “sagrado”: mantener a salvo los pozos de agua.
A unos 27 kilómetros de Salamanca, el Balneario de Ledesma, que cuenta con 128 trabajadores, se nutre de la mano de obra de la zona. Tiene empleados de Vega de Tirados, Ledesma, San Pedro, Juzbado, Torresmenudas, Valverdón y Almendra. “Es algo que va en nuestra propia filosofía empresarial. Nosotros estamos aquí para revertir lo que ganamos en la comarca. Sin el equipo humano que tenemos es imposible trabajar, pero traer aquí gente es muy complicado”, reconoce Lois, quien procura mantener “muy buena relación” con los alcaldes de alrededor mientras exige implicación a administraciones superiores. “Intentamos dar empleo en la ‘España Vaciada’ sin apenas ningún tipo de ayuda, es lo triste. Los políticos hablan mucho y dicen que sí, que están ayudando a crear empleo, pero la triste realidad es que no nos dan nada”, lamenta.
La visión del Balneario, no obstante, no se queda en tratar de aportar actividad económica a la comarca, sino también sostenibilidad, aspecto en el que llevan trabajando los últimos 30 años. “Con el agua de consumo, por ejemplo, hacemos un proceso circular completo. Captamos el agua desde el río, la potabilizamos, la repartimos por el sistema de tuberías y, después, la limpiamos biológicamente antes de devolverla al río. Además, llevamos con energía solar desde el año 2001 y hemos introducido la fotovoltaica. Desde 2016, trabajamos con biomasa para intentar descarbonizar nuestro establecimiento. En textil, convertimos las sábanas en uniformes para los trabajadores", resume. Todo ello, con un objetivo claro: "Estamos integrados en la ribera del Torres y, ante todo, debemos cuidar nuestro entorno", zanja.