Diario de Castilla y León

Creado:

Actualizado:

Vivimos en una sociedad que se ha ido homogeneizando y que se ha ido uniformando para convertir este planeta que llamamos La Tierra en un venturoso patio de vecinos. Patio que acapara el griterío de una vecindad descabalgada, taciturna y grotesca en la que cada uno va a lo suyo y Dios a lo de todos... quizá sea así como se representa la disolución de la diversidad de culturas que nos hacen distintos, porque somos distintos los unos de los otros. El ser humano ha sido capaz de convertir el mundo en el que vivimos en una multinacional que repite consignas y escenarios, para que los que somos de a pie nunca decidamos sobre las cosas importantes. Nuestro mundo se parece a una conocida cadena de supermercados y así, de ese modo, hemos conseguido que nuestro planeta haya mermado hasta hacerse minúsculo, y aunque, en términos astrales, sigamos siendo una mota de polvo en el espacio, yo siempre había admirado la diversidad de paisajes, de culturas y de significaciones que habían latido desde que el ser humano apareció aquí con la sana intención de manejar a su antojo todo lo que ya existía cuando llegó desnudo, ni siquiera harapiento. En pelota picada.

España es un ejemplo. Hay exactamente idéntico mobiliario urbano en todas las ciudades que conozco. Parece una exageración esto que digo, pero además de eso y para colmo, permanecen abiertos los mismos establecimientos, con los mismos nombres, con los mismos productos, y con empleados que van vestidos con los mismos uniformes. Porque en realidad aspiramos a uniformar el mundo y todo lo que no responde a esos patrones homogéneos ya no tiene sentido. Los políticos que nos gobiernan cobijan todo esto, porque se han impuesto las modas que inducen a que todos estemos cortados por el mismo patrón. Ya nada nos diferencia. No hay alternativas.

La actual disgregación de nuestra sociedad no genera utopías. Hemos llegado al vacío de la España vaciada y al vacío de conciencia por saber quiénes somos y de dónde venimos. Ya no hay referencias familiares, porque los pueblos han muerto y los que éramos más jóvenes antaño nos fuimos a vivir a una gran ciudad. No tenemos raíces ni pasado, por eso nuestros hijos no saben su lugar de procedencia. Ya no existen apegos familiares, tampoco emocionales. Y somos lo que somos sin saber lo qué somos ciertamente.

El ser humano asiste a la realidad de una sociedad ficticia y colmatada de cosas que ni nos van ni nos vienen, y quienes se han dado cuenta y ya habían vendido aquella casa humilde que tenían en un pueblo sencillo, ya no tienen nada. No pueden regresar por los caminos que el silencio ha borrado... Se habían ido todos. Los viejos se murieron y el paisaje anhelado ya no existe.

tracking