MENSAJES CRUZADOS
¿Necesitamos meditar?
LOS seres humanos que hoy poblamos el planeta Tierra necesitamos meditar para reencontrarnos con esa realidad aplastante que nos conduce a la esencia íntima de lo que anteriormente fuimos. A la esencia fundamental de un universo en el que ya formábamos parte de la mejor naturaleza; pero hoy nos hemos ido alejando y nos hemos ido apartando de esos principios que habían vibrado con nosotros a lo largo de siglos y de siglos. Los seres humanos éramos paisaje mimetizado, paisaje que contemplaba todo lo que sucede a nuestro alrededor.
Porque en la humildad más cercana y más humana latía la gran «verdad absoluta», la que contrapone el mundo imaginado con la objetividad que ha de vivirse y que, además, para colmo, ha de sentirse, la que sigue coexistiendo en el mundo que aun observa y emociona, la que nació en lo que fuimos y ha de permanecer para siempre en lo que somos. Los antiguos trabajos que se ejercían en muchos de los pueblos –tristemente despoblados– estaban profundamente alineados con las antiguas generaciones que nos habían precedido de modo vehemente y, sobre todo, interesado, porque fue así como tomamos el relevo de aquel hilo que nos unía a otros tiempos remotos y vividos. Por eso hoy padecemos las consecuencias del cruel alejamiento que hace mella en nosotros cada día.
El ser humano había estado presente en la vida que transcurría despacio y que esperaba a que las noches anotasen esos largos silencios de conciencia que quieren alejar el infinito, pues fuimos infinito antes que nada.
El ser humano depende de su propia meditación para seguir existiendo. Depende de su grado de esperanza para seguir las sendas que marcaron aquellos que vivieron apegados a la raíz profunda de su tierra. Y, por esa razón, aun sigo creyendo en la mejor verdad que nos precede. En la pátina antigua que connota las profundas versiones del dogma y de la vida…
Hoy vivimos apegados a los avances que se superponen de forma continuada y que no nos dejan espacio para saber quienes somos y qué es lo que queremos. Formamos parte intrínseca de la armonía universal que seduce a todas horas y de la sustancia tangible y primitiva que se impregna en nosotros para seguir ofreciendo pedazos de materia. Somos aprendices de un mundo que desvela los enigmas que lo hicieron febril e incandescente. Somos matices alocados que se nutren de impulsos y memorias. Tal vez seamos eso que no existe. La anécdota que esgrime aquel pasado y lo aglutina en mísero recuerdo. El ser humano ya había meditado en sus entornos. Ya había estimulado pensamientos y regresado al punto de partida.