Diario de Castilla y León

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EL ser humano es inconformista por naturaleza. Siempre tiene algo que inventar o que regurgitar para seguir renovando eso que hace milenios comenzó a ser el matiz que nos fue diferenciando –a todos nosotros, que aquí seguimos, de momento, vivos y coleando– de todos los demás seres de la Creación. Sí. La Creación o lo que siempre entendimos por lo que «milagrosamente» sucedió en un planeta que se fue tupiendo de vida y remozando de vida, y que después de muchos milenios y de muchas vicisitudes llegó a tener incluso vida inteligente. O al menos eso es lo que pensamos…

El ser humano fue después «humanizando» todo lo que encontraba en el camino, y puso nombres a todos los seres que hasta entonces no los habían tenido; y desde su perspectiva y desde su único criterio fue diferenciando todo lo que encontraba, con la intención de hacerlo o «rehacerlo» a su imagen y semejanza. Es interesante saber que vosotros y yo mismo, que hoy escribo estas líneas, hemos entrado a galope por el aro de la regeneración más solemne, para contribuir –con nuestro modestísimo grano de arena– a que los pueblos, los caminos, los bosques, los continentes e incluso los océanos, junto a todas las demás huellas que hemos dejado y que seguimos dejando, y con todo lo que hemos ido programando y dilucidando, se circunscriba en lo que seguimos dejado en esta Tierra y así, de ese modo silente y legendario, seguiremos creyendo que somos cómplices del resultado antagónico y difícil que se traduce en mundos evocados... Porque las guerras continúan e incluso, se recrudecen y no hemos sido capaces de evitar las enfermedades que nos siguen acuciando.

Y es que el ser humano es resultado de esa evolución. Es otra pieza más de lo que ha de intervenir para que el planeta siga cambiando e incluso emocionando. Un meteoro ya había acabado con los dinosaurios y nosotros seguimos haciendo lo mismo poco a poco. Destruimos –porque seguramente así venía programado por nuestra inteligencia– todo el paisaje que nos rodea y por eso siguen ardiendo los bosques y los pueblos, y mueren algunos seres humanos en esa hoguera inmunda que encendemos cada día. No hay solución. Los políticos que nos gobiernan lo llenan todo de pinos, de eucaliptos y de placas solares para que este paraje nuestro que era sencillo y habitable pierda el ritmo de tanta sencillez.

El ser humano, en decir, nosotros, somos así porque fuimos así a lo largo de todas las generaciones. Somos depredadores que alimentamos el «ego» con todo lo que ofrece un cambio al que seguimos y seguiremos llamando evolución. Somos consecuencia de lo que existió antes de que nosotros existiéramos. Somos como los ciclones, como los terremotos, como los huracanes y como el universo. Somos universo.

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