Diario de Castilla y León

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Hace tiempo que se confirmaron los peores pronósticos. La Vicepresidencia de la Junta está maldita. Todo el que la pisa acaba en los arrabales de la política, maldiciendo contra sí mismo en un aquelarre delirante hacia el abismo de su ego. El gafado cargo es el presagio del olvido que serán. Y después de todo, y tanto mangoneo y paloteo, sólo queda un rincón de X donde llorar por el poder derramado. ¿Qué tendrá el ala Oeste del antiguo Colegio de la Asunción de Valladolid? Qué tendrá que hasta la mejor médico del mundo, Verónica Casado (y Faemino), se fue del cargo de consejera de Sanidad y otras trifulcas, tras tres años, pensando que la sede de la Presidencia del Gobierno de Castilla y León había sido un palacio. Reinarás sobre las cenizas de tu vanidad, dijo el lacayo. Poco le parecía un colegio a la ilustre. Tan alta era su categoría que tras ser puesta de patitas en la calle por medio de un tuit (entonces todavía era Twitter el cacharro) no quedó ni para poner tiritas. Tiritaba sólo de pensar en quedarse sin el despacho de Zorrilla desde el que vio pasar la pandemia a golpe de ocurrencia. Un día decía que las mascarillas eran una bobada y otra suspendía una vacunación con 10.000 individuos a la cola porque se le ponía. Ella, la mejor, que también fue víctima tutelada de la onda expansiva de la Vicepresidencia, esa que está tan maldita, que el que la asume debería darse una vuelta por Fátima y Lourdes para espantar el mal fario. Por el riesgo que representa el cargo no estaría de más que las Cortes de los BMWs a diestro y siniestro valoraran imponer a sus inquilinos una medalla de esas pensionadas, con cargo a tratamientos futuros. Porque los usuarios no llegan, por ‘h’ o por ‘b’, o por adelanto traumático o ruptura abrupta, a disfrutar del usufructo completo. Ya que no la gozan, y más bien padecen, al menos que les quede una paguita para sufragar una cuenta de pago en X, donde entretener el ansia y disputar al tiempo la amnesia que nos ocasionan.

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