Diario de Castilla y León

Creado:

Actualizado:

La flor más bella del bosque cuelga de las ramas de la encina en primavera. Se llama candela y es ambarina al atardecer y tiene forma de pendientes alargados. Podría competir con la del cerezo y el almendro, pues brilla como el oro y le da a la encina y al encinar ese toque amarillo, todo un contraste con el verde permanente. Posiblemente, es la floración más desconocida. Están los tiempos como para desprenderse de las gracias que nos regala la naturaleza gratis et amore. Latinajo que viene a decir “gratuitamente y por amor". Amor y gratuidad, dos valores en franco retroceso. En estos tiempos revueltos la primavera es un elixir, un tranquilizante y un antídoto ante tanto imbécil que nos gestiona entre bulos, bolos y bilis. Si se la sabe entender a la primavera, se consigue. Para aquellos que ya buscamos en los caminos las últimas verdades tenemos en las cunetas la cara más bonita de la naturaleza. Nos la trae la primavera aun cuando, caprichosa y terca, se adelanta o se retrasa. Pero siempre llega antes del verano. Pasan desapercibidas del conocimiento, pero no de la vista del común. No hay ser humano que al contemplar las flores silvestres a la intemperie no obtenga una sensación de felicidad y admiración. Las flores silvestres ahí están, a su libre albedrío. Extramuros de los jardines privados y oficiales. Son las alumnas proletarias que escapan de los jardines botánicos. Crecen donde les da la gana y se salvan milagrosamente de los herbicidas, toman la orilla de la carretera y del camino como alfombras del corpus rural que hacen autoestop. Son la explosión de color indómita. Nadie las plantó, no tienen jardinero en plantilla, ni diseñador ni paisajista en nómina, salen porque tienen la misión de devolver el color y la felicidad al campo, dominado por la monocromía de los cultivos que dibujan la enorme geometría verde alternada con los oros del girasol y la colza y ese toque exótico y perfumado del cultivo de lavanda. Además de la irrupción encarnada de la amapola comunera, entre revolucionaria y mala hierba. Pero nadie como ella tiñe de sangre los campos. A pesar de todo, me quedo con Manolo Escobar y, como el trigo, elijo la amapola entre todas las flores silvestres que son el arcoíris libertario a la intemperie. Hace años consultábamos con devoción las guidas de las flores silvestres. Siempre hubo en mi coche varios ejemplares. Ahora, la genialidad de Internet a través del móvil nos proporciona de inmediato el nombre propio de cada especie, ejercicio para los senderistas y culturetas de la naturaleza. Ahí están libres, sonriendo al sol, las margaritas, malva, manzanilla, colza, amapolas, jaras, piornos, brezos, escobas, lavandas, tomillos, siemprevivas, viboreras y cardillos… pero, aun así, me quedo con la flor de la encina, que se llama candela.

tracking