Rabietas políticas que impiden celebraciones
La borrasca Jana desbordó al Duero en diferentes puntos y en Soria hizo daño en varios puentes. El más afectado fue el medieval de San Esteban de Gormaz, que quedó inutilizado, cortando la N-110 y dejando incomunicados a muchos vecinos, que para un trayecto que con el puente se hacía en un minuto pasaron a tener que recorrer 50 kilómetros. Una situación muy complicada para los ciudadanos y para las empresas de la zona. El puente ha permanecido cerrado dos meses. Su reparación se inició en el momento en que el descenso del caudal del río lo permitió y la obra, compleja, se terminó, en su primera fase, en 42 días. El martes se abrió al tráfico, con semáforos de obra a pesar de que los definitivos estaban instalados. El Ayuntamiento no los había conectado. Tardó tres horas desde la apertura del puente, en lo que pareció un pataleta, porque no había recibido petición oficial. No tuvo demasiada importancia y sirvió para poco más que un pequeño rifirrafe entre el ministro de Transportes, Óscar Puente, y el alcalde, Daniel García. Resultó sorprendente que este último dijera que no había «nada que celebrar», cuando la población vivía con gran preocupación una incomunicación que se solucionaba. Algún alivio será volver a tener el puente abierto. Más curioso aún es que el alcalde se quejara de la agilidad de la respuesta en las obras y que pensara que se había hecho deprisa y corriendo para fastidiarle a él, porque está empeñado en un puente provisional, que está construyendo la Junta pero que no estará disponible hasta mediados de junio. Dice que alcalde que el puente no es seguro, pero hay unos ingenieros que dicen lo contrario y que se juegan mucho si están equivocados. ¿Prefería el alcalde tener cerrado el puente medieval y cortada la N-110 hasta entonces? Suena raro, como el que se siga adelante con el puente provisional, cuya plataforma pondrá el Ejército. Tal vez se esté pensando en convertirlo después en definitivo, lo que sería buena noticia ya que habría alternativa al medieval, que está regulado por semáforos porque no permite el tráfico en dos sentidos al mismo tiempo, lo que ya sucedía antes de la riada. Da la sensación que lo del alcalde fue una rabieta política, porque lo normal, aunque sin necesidad de celebración, habría sido alegrarse porque los vecinos tuvieran una solución al problema. La gestión política del regidor, elegido concejal en la presente legislatura y que llegó a alcalde en enero de 2024 por la renuncia de su antecesor, no ha sido precisamente brillante en este asunto. Como diputado provincial ya tuvo un problema con el segundo Perte del agua. Se consiguieron unos 7 millones de euros en la legislatura anterior, con la gestión del proyecto encargada a la universidad, y la segunda parte, de 3,5 millones, se perdió tras decidir el diputado apartar a la UVa. Hay que desear que el alcalde no pierda ahora la oportunidad de conseguir un puente moderno alternativo al medieval y que para ello haga política de verdad, sin rabietas.