EL RUBICÓN
Cuánta desfachatez
PUES nada, ya está todo hecho. Al fin y al cabo de eso va la cosa esta de la política, de encontrar cada uno su poltrona para no quedar a la intemperie y tener que ponerse a trabajar. Y eso es lo que ha hecho el otrora líder del Partido Socialista castellano y leonés, de nombre Luis y de apellido Tudanca, buscarse una nueva poltrona en la que poder sestear otro buen puñado de años.
Y si para eso tiene que callar y decir ‘sí bwana’ a todo, aunque por dentro le carcome el decir todo y más de lo expresado por los pillados por el micro indiscreto de las Cortes, pues lo dice. Y si por el camino se tiene que llevar por delante a Fran Díaz, pues también, que al fin y al cabo lo puso él en la Cámara Alta y bastante lleva disfrutando ya de ese privilegio, pensará el otrora líder de socialismo castellano y leonés.
Ahora a quien le toca disfrutar es al gran –nótese la ironía– Luis Tudanca de ese cementerio de elefantes que es el Senado. Una Cámara que no sirve más que para colocar a descolocados de los partidos, para que no se queden sin la poltrona y puedan seguir viviendo de esto de la política y del erario público, a la vez que van dando lecciones de ser lo más de lo más y de preocuparse sólo de los problemas de los ciudadanos. Cuánta desfachatez.
La salida de Tudanca camino del Senado es la demostración de lo que les importan los ciudadanos, a los que dicen servir. Ahora vendrá con eso de que el Senado es la Cámara más importante porque es la de la representación territorial, aquella donde se deciden las asuntos que importan a los castellanos y leoneses. La realidad sólo es una, el que fuera líder del socialismo castellano y leonés se marcha a jubilarse tranquilamente en la poltrona del Senado, después de diez años de oposición en Castilla y León. Esa es la desfachatez que se evidencia cada vez más en la política.
Aunque para desfachatez la de la derecha extrema. Esa que se atreve a arremeter contra los menores migrantes no acompañados, es decir niños y niñas que llegan en muchos casos huyendo de guerras, y a los que no sólo tratan como delincuentes, en no pocas ocasiones, sino que les quieren negar la atención que se les presta.
Y es que hay que tener caradura para quejarse de lo que le cuestan esos niños y niñas a Castilla y León, con datos falsos para engordar ese coste y hacerlo allí donde cohabitan apoltronados un retahíla de procuradores que le cuestan a los ciudadanos 50 veces más que esos niños y niñas contra los que arremeten la derecha extrema. Lo dicho, cuánta desfachatez.