Diario de Castilla y León

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No está claro quién dijo esa frase conocida por todos que afirma que la política es el arte de lo posible. Se pueden encontrar adjudicaciones de autoría para todos los gustos. También hay otros que piden a los que tienen las riendas de las políticas de alguna institución que se preocupen sobre todo de no molestar, algo que algunos encargados de la cosa pública entre broma y en serio asumen y cuando les piden ayuda responden que confían al menos en no molestar. Y no es ninguna tontería, porque hay ocasiones que la política se convierte en el arte de molestar todo lo posible.

En parte por ello se ha llegado a un punto de desprestigio de la política que es cada vez más peligroso, sobre todo en un contexto en el que los mensajes populistas de diferentes signos se simplifican al máximo para calar en la sociedad todo lo posible, sin tener reparo alguno en llevarnos a todos hacia rumbos peligrosos, que ponen en riesgo la convivencia y que cuestionan valores que pensábamos inamovibles, como el de la democracia que, entre otras cosas, de vez en cuando nos obliga a inclinarnos ante la opinión de los demás, como dijo Churchill. Si vemos el día a día de nuestros parlamentarios actuales, es difícil encontrar una actitud así, de forma que parecen abonar el terreno para ideas como la de someter a control a los medios de comunicación o las apuestas por fomentar guerras civiles culturales. Aquí acabamos de ver el error de la ley de Concordia que ha provocado discordia hasta en la ONU cuando Castilla y León tenía bien solucionado ese problema hace mucho tiempo, con consenso. Es solo por citar un error político reciente que no contribuye a nada, pero hay muchos más y protagonizados por diferentes partidos. Pudiera parecer que con este panorama no hay ya arte en la política o artistas dentro de ella, pero es desacertado, no solo porque las descalificaciones generales son siempre muy injustas, sino porque tampoco en este caso tiene razón de ser la generalización.

Los políticos son también los que encauzan los proyectos que benefician a los ciudadanos y, además, aunque no exista esa percepción, son capaces de colaborar entre los de distinto signo. Hay ejemplos. Uno cercano, en Soria. Las administraciones central, autonómica y las locales, se unen para intentar salvar un símbolo, un monumento de la importancia de los arcos de San Juan de Duero. Con tres partidos por medio si nos ponemos a revisar, aunque es lo contrario de lo que hay que hacer, porque en el centro de todo debe estar el interés general, el ciudadano, que es también quien necesita la ampliación del hospital que se hace en Soria o las travesías que se mejoran en la capital, o las que se van a remodelar en El Burgo de Osma, o las carreteras en las que ayer acordó invertir la Diputación... Son muchas las cosas que se pueden hacer, y se hacen, en la política, además de no molestar.

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