Octavillas en el Clínico Valladolid
El asunto este de la apertura de otra unidad de transplantes en el Hospital de Salamanca, complementaria y coordinada con la del Clínico de Valladolid, empieza a sonar a un famoso libro de Juan José Millás ‘Hay algo que no es como me dicen: el caso Nevenka’. En todo este sainete orquestado y organizado, pero de escaso éxito práctico, por los interesados en su propio interés, con la participación necesaria de algún broncas habitual y alguno otro que se pasa el día siguiendo la linde, las piezas no encajan o encajan poco. Encajan menos que el número de stents (endoprótesis vasculares), esos caros muellecitos arteriales que se compran en el Clínico. Trasplantes y muelles. Todo bascula, cardiológicamente hablando, hacia el mismo lugar de la parte contratante de la primera parte, de la parte contratante. No hace tanto, y en más de una ocasión, brotaron, como las mascarillas ministeriales en tiempos de Koldo, unas octavillas esparcidas por los pasillos del Clínico, de suelos alicatados con terrazo de antes, sobre el escasamente ejemplarizante proceder de algunos que hoy braman contra la unidad de transplantes de Salamanca. Huele a billetes que cheira. Comprobaremos cómo más de uno, por haber metido el cuezo sin haberse informado antes, va a salir con el hocico inflamado. Es la política de los imprudentes. Por cierto, que con tanta transparencia como ha suscitado el asunto, lo que sigue oculto es la tasa de resultados, éxitos y fracasos, del programa de transplantes ese que parece que tiene que ser un cortijo y nadie puede saber nada de él. Hasta tal extremo que si se refuerza el programa con una unidad complementaria en Salamanca, la luz entraría hasta las entrañas. Lo de la Organización Nacional de Transplantes es de nota. La que lo lleva no sabe si mata o espanta. Al menos podría ser consecuente con sus datos al ofrecer sus ambiguos veredictos. ‘Guerra de egos (y billetes) lidiando en la consulta’, podría titularse.