Diario de Castilla y León
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Fin de la paciencia. El campo en Europa es una inmensa tractorada imposible de contener. La protesta contra los políticos y funcionarios, que han hecho de la Unión Europea el chiringuito de la agencia 2030, del ecologismo radical, y del progresismo más obsoleto y retrógrado con regulaciones insoportables y anti natura, es ya imparable. Hasta una socialista, como la eurodiputada Laura Ballarín, tuvo la valentía de reconocerlo el miércoles pasado en este periódico: «El 78% de los europeos cree que los reclamos verdes son engañosos». Ya era hora que, desde dentro, alguien piense que el monstruo es vulnerable. Algunos, desde la España del amnistiador Sánchez –criminales y ladrones al poder–, llevamos años denunciándolo por escrito, y como si sopláramos la siringa o los perendengues.

¿De veras, señora Ballarín, sólo un 78% ya no se cree las mamelucadas verdes? Una lectura rápida de la Ley de Restauración de la Naturaleza ya crea en sí incrédulos al cien por 100%. Y es que no deja títere con cabeza: no hay espacie natural que no intervenga, ecosistema que no modifique y ponga patas arriba, ni agricultura que no soporte sus injerencias sectarias para obtener, dicen, «productos sanos y productivos». Pero en realidad se trata de productos intervenidos de la raíz a la cascarilla sólo para los agricultores europeos, pero no para el resto.

¿Pero qué panfletada es esta, políticos y funcionarios del unte, que os inventáis una dictadura verde de acoso y derribo hasta conseguir lo que llamáis «neutralidad climática»? ¿Pero es que hay un clima neutral, un lobo neutral, un bosque neutral, un río neutral, un mar y un continente neutral? No. Pero esta pandilla de inquisidores quiere acabar con la agricultura y de paso someternos por hambre.

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