Diario de Castilla y León
Una imagen de archivo de gente montando en bicicleta en Valladolid.

Una imagen de archivo de gente montando en bicicleta en Valladolid.

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EL MINISTRO DE Transportes nuestro de cada día está completamente subyugado por las bicicletas, desde el mismo momento en que dejara la suya apalancada en el trastero dos días después de llegar a la Alcaldía de Valladolid. Estos días anda por Centroeuropa y está abducido con su colega de Flandes, una tal Lydia Peeters, que se ha pulido 1.400 millones de euros en infraestructuras ciclistas. Vamos, lo que viene a ser al peso dos soterramientos de Valladolid, millones arriba, millones abajo. ¡1.400 millones! Una de dos, o han construido el Tourmalet, el Alpe D´Huez, el Galibier y el Mont Ventoux o han trinkado como bestias de la ubre de los fondos europeos que salen de nuestros europeos bolsillos. Y esto nos lleva a pensar que ‘Ilegales’, el mítico grupo carbayón, el del Angel exterminador, himno antibelicista a ritmo de saxo y no a toque de corneta, eran unos tipos premonitorios, musicalmente hablando: «Tengo un problema / Serio problema / Problema sexual / Soy una bicicleta». Problema sexual, titulábase la composición de la banda de Jorge Martínez, que hoy sigue incombustible por los escenarios de Páramo del Sil, siendo él consigo mismo la misma banda. Lo cual nos conduce a pensar que hay gente con un problema, serio problema... Es una bicicleta. Todo  el mundo será libre e irá en bicicleta. Y el que no quiera ser libre se le obligará a ser libre en bicicleta. Por eso debe ser que el edil de Movilidad de Valladolid, que permaneció completamente inmóvil y complaciente con los desmanes de Auvasa en sus tiempos de opositor, Alberto Gutiérrez Alberca, para más señas, hoy dice sin rubor que Biki es un modelo de éxito. Pero después de más de medio año encaramado a la sucesión de Vélez  todavía no ha acertado a decirle a los contribuyentes cuánto cuesta Biki y su éxito. Porque las cosas públicas cuestan, aunque él no esté acostumbrado. Y el éxito se mide, no en función del lujo, sino del servicio que presta y a cuántos. Problema sexual. 

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