Diario de Castilla y León

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SE PASÓ el verano y el otoño se despide por el mismo camino, con demasiado recuerdo al verano equivocando las estaciones una y otra vez. Aquí en Burgos estamos más cerca del veroño, que es una palabra inventada, que del invierno real. 

Antes sabía uno a qué atenerse y cuando hacía fresco corrobora la sensación térmica con los paisanos que vestían gorro y bufanda. Ahora como el gorro esté en rebajas en septiembre, se lo ponen a diario. Este puente hemos competido los burgaleses en manga corta con los visitantes con bufanda.

Ocurre que desde septiembre, como en la playa, la afluencia de, llamémosles, peregrinos ha decaído completamente. Dicen los que están día a día con los romeros que el Camino se ha roto y que desde poco antes de Santiago se vomitan hordas de turigrinos sin control. No se equivocan mucho, yo los he visto y sufrido. Semejante avalancha de personas ha tenido sin duda, algún efecto en Santiago y el resto del tramo gallego del Camino. Pero lo que me preocupa más es qué pasa en Castilla y León, con nuestros cientos de kilómetros de camino de Santiago. Somos los mas preparados para la sostenibilidad energética con mil parques eólicos, tenemos a los alumnos mejor preparados según Pisa, y la menor conflictividad social. Será por el famoso cambio climático o porque a veces hace más frío y otras más calor pero las certezas vuelan. Lo que es seguro es que nuestra comunidad destaca muy por encima de otras en determinadas cuestiones. El problema de fondo es que todo se banalice. Desde sufrir el Camino a elevar otro tipo de quejas.

Galicia está peleando con Andalucía por ser el mejor destino de playa de España y, estoy convencido, tendríamos que apoyarles aunque sólo sea por vecindad. El Camino de Santiago es el principal vector de desarrollo de la infraestructura autonómica del sector turístico en Castilla y León. Con permiso del vino. No hace falta dar más vueltas al tema, lo que no sé es qué hace falta para que se financie desde los millones de Europa.

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