Diario de Castilla y León
La ministra Nadia Calviño.

La ministra Nadia Calviño.

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ESTÁ CLARO que Nadia Calviño, la ministra encantada de haberse conocido varias veces, no pisa un supermercado desde que Pedro Sánchez era asesor a dedo del ex embajador en Estados Unidos Carlos Westendorp, que fue uno de los primeros acomodos que le buscaron en el PSOE cuando formaba parte de la rehala de cachorros de Pepiño Blanco. Hay que tener la cara más dura que el hormigón impreso para alardear de que los precios de los alimentos se se han contenido, en un país que es productor de alimentos. Y hay que contenerse mucho para ser un ciudadano consumidor que llega con la lengua fuera a final de mes tras pasar por el lineal de la carne, el aceite, las frutas y las verduras (pescado este mes no toca) y no decirle a la Nadia lo que pensamos de ella, de sus contenciones y la madre que las ciscó. Hay que ser una arrogante, a la par que petulante, y Nadia lo es en grado superlativo, para hacerse un vídeo presumiendo de que los alimentos no han subido al Empiere State en agosto y sólo han escalado hasta las torres Kio. Y eso que la Nadia les bajó el IVA y ya cuestan más que antes de la rebaja. Y la Nadia se hace un vídeo para presumir. En vez de meterle mano a las distribuidoras, y a las gasolineras. En la escalada de los precios del combustible en verano, como en el aceite, hay una estrategia especuladora propia de los tiempos de las cartillas de racionamiento. El aceite que se vende ahora y cuyo precio se ha duplicado estaba almacenado y preparado para la venta, no hay incremento de costes de producción que justifique su desmedida revalorización. Como en las gasolinas. Acuérdense del aceite de girasol, que, tras lanzar la alarma por la guerra de Ucrania,  le duplicaron el precio a la botellas que había en el lineal. Se forraron. Hoy, con la guerra en pleno auge de bombardeos, cuesta lo mismo que hace tres años. Pero Nadia se hace vídeos mientras el ministro de Consumo, un tal Garzón, si recuerdan, sigue cobrando por no marcarla.

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