Diario de Castilla y León

EDITORIAL

La UE cae en la cuenta de su nefasta decisión de sobreproteger al lobo

Lobo ibérico en Castilla y León. / EM

Lobo ibérico en Castilla y León en una imagen de archivo.- E.M.

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LA UNIÓN EUROPEA ha tardado bastante en darse cuenta de lo que las administraciones y dirigentes de las regiones más afectadas advirtieron, que la sobreprotección del lobo se convertiría en una amenaza y un riesgo para los pobladores y sus formas de vida, esencialmente la ganadería. La Unión Europea está repleta de organismos parasitados por incompetentes, cuando no verdaderos inútiles o incapaces, políticos y altos funcionarios especialmente, que legislan desde despachos enmoquetados y además de manera uniforme, que da menos trabajo, que viven aislados de la múltiple realidad dispersa y diversa que es Europa y sus numerosas regiones. Sobreproteger al lobo era un absurdo en el cual sólo se embarcó la sectaria ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, una furibunda enemiga de Castilla y León, reconocida por el postureo de ir en bici eléctrica por Valladolid escoltada por varios coches de alta gama. Se embarcó contra todas las comunidades afectadas por la decisión de la sobreprotección del lobo y desoyendo a todo el mundo, incluso a los dirigentes de su propio partido. 

Ahora la UE, tal ágil como siempre perpetrar torpezas y tan lenta como es habitual en salir de ellas, reconoce que es un problema para los habitantes ante el creciente número de manadas y lo disparatado de los ataques. Lo hace cuando le llega el agua de las quejas políticas al cuello. Mientras ha estado mirando la luna de Valencia, como ha hecho la ensoberbecida ministra Ribera, que sólo escucha su propio sectarismo. Ahora un sectarismo en funciones. Sea cual sea el próximo gobierno hay que rezar con ahínco por el bien de Castilla y León, para que esta individua no vuelva a disponer de un lugar de privilegio desde el que atentar contra la comunidad y sus habitantes, bien en decisiones, bien en desprecios, insultos y ataques.

Pero, mientras, no estaría demás que alguien le ordenara corregir los problemas ocasionados con la prohibición de cazar el lobo. No debería esperar más, una vez que la propia Unión Europea ha reconocido la tremenda equivocación por mera incompetencia. Otra cuestión es que la soberbia en la que vive inmersa la vicepresidenta Ribera le sea un elemento insalvable para, desde la mínima humildad, corregir la nefasta decisión de la sobreprotección del lobo en los territorios amenazados por esta especie. Es que ni Moncloa ni la Castellana están incluidos en esas latitudes. Pero la vida late más allá de los muros ministeriales y el ensoberbecimiento de una ministra.

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