Diario de Castilla y León

J. M. CANTERA CUARTANGO

Gobernabilidad endiablada

Urna en elecciones. -E.M.

Urna en elecciones en una imagen de archivo. -E.M.

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ESTAMOS DE RESACA electoral. Los números reflejan una polarización del voto muy grande, con dos bloques claramente diferenciados. Los principales actores políticos van a tener que negociar hasta el último minuto para conseguir la gobernabilidad del país, que se avecina endemoniada. De un lado, está el jefe de la oposición, cuyo partido ha conseguido el mayor número de votos y de escaños en el Congreso de los Diputados, pero con prácticamente ninguna opción de que sea investido presidente del Gobierno.

De otro lado, el actual presidente en funciones, al que daban por finiquitado y, pese a ello, ha conseguido mantener el número de diputados nacionales y tiene alguna posibilidad más de formar gobierno, pero con una mochila de exigencias que deberá ponderar antes de tomar una decisión. Y, en tercer lugar, el partido de Puigdemont que puede permitir la gobernabilidad u oponerse a ella e impulsar una nueva contienda electoral. Las condiciones de su apoyo pasarán por la amnistía de los golpistas y la convocatoria de referéndum en Cataluña. Nada más y nada menos.

En medio de toda esta situación rocambolesca, al Rey le toca desempeñar un papel complicado para que el entramado institucional del Estado pueda funcionar correctamente. Además, el artículo 99.1 de la Constitución Española prescribe que el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.

Esta cláusula constitucional no dice que el monarca deberá proponer al candidato que más votos y diputados hayan conseguido, sino que, previa consulta de los grupos parlamentarios, formulará el nombre de la persona que pueda formar gobierno. Vaya patata caliente que tiene entre manos. O proponer al candidato que ha conseguido el mayor número de votos y escaños pero sin opción de gobernar, o proponer al candidato que tiene en su haber un menor número de votos y diputados con alguna posibilidad de gobernar si Junts per Catalunya, partidario de abolir la monarquía y romper la unidad de la nación, vota a su favor. En todo caso, parece que tanto uno como otro están decididos a ir con sus socios a una investidura, aunque sea fallida. Quizás en el horizonte se otean unas nuevas elecciones generales. Quién sabe. Mientras, los sufridos ciudadanos estaremos expectantes de cómo terminará este vodevil que se plantea largo, tedioso y disputado.

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