Diario de Castilla y León
Francisco Igea y Edmundo Bal, este miércoles en Madrid.- ICAL

Francisco Igea y Edmundo Bal, este miércoles en Madrid.- ICAL

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Dicen los iluminados Igea, Francisco, y Bal, Edmundo, que igual montan un partido. Tranquilos. Sólo es un amago. Para eso hace falta poner billetes. Billetes de curso legal. Y, por lo que relatan sus compañeros y sin embargo enemigos, estos la última vez que echaron mano al bolsillo estaban en curso las perronas de agujero en el centro. Estos no son de poner billetes. Estos son de valerse de los billetes. Pero los billetes se acabaron con la democracia de las urnas que los dejó en la indigencia institucional. Y ahora hay que echar mano al bolsillo y en esto, aunque liberales, sufren de testículos. Son los críticos que defienden la crítica mientras la crítica no vaya con ellos ni hacia ellos. Pregunten al que fuera consejero en la desoladora etapa de Cs en el gobierno de la Junta, Germán Barrios. Que se largó harto de tener que rendir pleitesía al caudillo a diario. Sus compañeros, más genuflexos, no tenían reparos en hincarla a diario, la rodilla. Lo más crítico que le gustaba oír al caudillo era: Señor, Señor, Señor todo lo hiciste perfecto, pero con Paco te excediste. Barrios se largó harto de tanto fascismo. Fascismo que padeció hasta el último momento, cuando ya decidido en dimitir para no dinamitar el gobierno, se le presentó el palanganero de Transparencia y Trashumacia con un comunicado en el que Barrios asumía el relato de que se iba porque estaba enfermo. La respuesta fue: dile a tu amo que se meta el comunicado por donde tú sabes y yo me callo. Todo el mundo sabía hace meses que Barrios, hombre con criterio y honestidad, se largaba, más que harto de tanto fascismo liberal que no estaba dispuesto a soportar a cambio de una poltrona, un despacho, jefe de prensa y coche oficial con chófer. El resto, en un ejercicio de crítica interna sin precedentes, agachaba la cabeza y flexionaba hasta los tobillos de tal guisa que ni Nadia Comaneci en Montreal ’76. Liberal y tal y cual, Edmundo Bal.

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