Un borracho en el andamio
LOS SÍNTOMAS son alarmantes. Sánchez se agota por minutos, regurgita problemas con la barita atrofiada de Harry Potter, toma impulsos soberanos con la pasta gansa de los contribuyentes, utiliza el falcon para ir a tomar café a la vuelta de la esquina como si fuera un traficante en lencería orgiástica, y pretende que Feijóo -el gallego que ha acuñado el «bilingüismo cordial» para que se le entienda mejor ya que el español es muy oscuro- mantenga con él 6 enfrentamientos cara a cara. ¿Y para qué tanto encaro? Para salvar a España de las insidias y de los estragos que esperan a la patria tras el 23-J, si él -que tanto la ama con genética sanchuna de primer grado- perdiera las elecciones generales. Qué fuerte.
Pero, ay, desde hace tiempo, cuanto hace este mago de las seis caras, ya todo le resulta inútil. De hecho, no puede salir a la puerta de casa porque es abucheado sin consideraciones de ambiente. No habla de tú a tú a los españoles porque le detiestan -acción cívica de romper tiestos con la imaginación ante la incapacidad de hacer otra cosa-, y apenas pudo votar en las elecciones autonómicas y municipales porque, de inmediato, unos desalmados de la calumnia subvencionada y de las columnas acorazadas, le ofrecían la urna de Txapote para que hiciera sus abluciones íntimas y los enjuagues estomacales con metralleta probiótica.
Así que, como dice mi vecina Carmina -que le ama mucho como la trucha al trucho-, Sánchez lo lleva crudo, y al pobre -éste es el palabro que usa con un retintín de cobra australiana- no le queda más remedio que adoptar la estrategia del Tiago de mi pueblo. Fíjate que cosa más curiosa, Antoñico. Era albañil de mañana y tarde, y el borracho oficial del pueblo desde las nueve de la noche a las tres de la madrugada. Pero oye, sin necesidad de acudir al fentanilo ése que les deja a todos colgados y zombis de telefonía, tenía el Tiago una rara habilidad: en su larga trayectoria profesional nunca, que yo sepa, se cayó de un andamio.
Si esto dice mi vecina Carmina -como un deshago de ama de casa que persigue las marcas blancas en los supermercados para poder llegar a fin de mes-, los expertos en encuestas y demás creadores de opinión, tampoco se andan por las ramas con el mercado común. Efectivamente, no es poco, como coinciden casi todos, que aún siga Sánchez en el andamio sin darse un hostión. Pero señalan, a renglón seguido, que le queda poco para darse el tortazo. Y lo achacan a este trazado preocupante de eses interminables, de curvas insinuantes hasta que el consumidor se empache de progresismo, de traspiés etílicos con leyes tumbativas como la del sí es sí, la trans, los delitos de sedición y malversación, o la de Vivienda. Con estos tumbos megalíticos, dicen, sólo pueden construirse algunos hoyos, que no muchos, porque la demagogia es potentísima, puntiaguda y habita en rascacielos.
Había un pequeño resquicio para el propósito de la enmienda tras la debacle del 28 de mayo, pero -como se dice en Jeremías 49, 16- «la altanería de tu corazón ha vuelto a engañarte». Al parecer, en esa «campaña de mierda» según expresión del mismo Sánchez, los equivocados de cabo a rabo han sido los votantes que, en su ignorancia, han dejado al taumaturgo a merced del odio y de la inquina de «la extrema derecha y de la derecha extrema».
El milagrero ha tocado a arrebato agitando, como en El Quijote, la misma campanilla de «la doncella honesta que todo su hacer se resuelve en su fiesta». Lo que le ha llevado en estos últimos días a ignorar sin rubor todo tipo de evidencias. Incluso las que no tienen vuelta de hoja. Por ejemplo el galimatías sonoro en torno a las elecciones de Barbadillo del Pez, en Burgos. Aquí ganó un difunto la alcaldía pero, por un cambalache judicial, ha sido un kamarada de Sánchez quien se ha llevado el gato al agua hasta que Pumpido diga que es constitucional, que lo dirá. Cosas del querer que van y vienen en un mismo tren.
Lo que no cabe en el mismo ferrocarril porque el descarrilamiento anula hasta las más sofisticadas alarmas de la inteligencia artificial, es el episodio vivido por la ya ex presidenta del PSOE de Sevilla con Sánchez -Amparo Rubiales-, acusando a Elías Bendodo -coordinador general del PP- de «judío nazi» con solideo. Amén de una infamia sin fronteras, implica una ignorancia de analfabeta con grifo descuajaringado. Si esta sectaria antisemita hubiera leído los Paralipómenos 11, 26, -libro del Antiguo Testamento-, se habría enterado que los Bendodo, mil años antes de Cristo, ya formaban parte de «los valientes del ejército» del Rey David como libertadores. Y claro, la señora, ha tenido que dimitir con deshonra para no salpicar a su jefe, que salpicadito sí que está.
El hecho más alarmante de esta soberbia totalitaria y totalizante a sorbos desde el parapeto del andamio, lo ha suministrado el Fiscal General del Estado -el esbirro de Sánchez-, nombrando a Dolores Delgado -la íntima de ex juez prevaricador Garzón- fiscal de sala para la Memoria Democrática y Derechos Humanos. Un escándalo que va camino de la Comisión Europea, porque es un nombramiento político hecho por políticos en desbandada que arramplan con la Justicia como unos asaltantes parapetados en hormigoneras. ¿Resistirá Sánchez hasta el 23-J en el andamio sin pasar por la agrupación política de alcohólicos anónimos? Claro, y lo hará con la misma heroicidad que refiere Chico Buarque cuando el borracho de su canción -titulada Construcción, y que popularizó Daniel Viglietti- se tira desde la guindola con este empaque farruco: «murió contra el asfalto interrumpiendo el tráfico». Soberbio, que te vote un jinebro.