Diario de Castilla y León

Fernando P. del Río

Microchip para tirar la basura

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EMPEZARÉ por el final, me resulta surrealista tener un microchip para tirar la basura. El problema no es ético, el problema en último extremo es que en mi cartera no me caben más tarjetas ni en el móvil mas app.

La quintaesencia es tener una tarjeta para para pagar los descuentos del supermercado, para autobús, dos para el banco, crédito débito, (no sabemos por qué pero siempre el banco te da más de una tarjeta), otro microchip para el autobús, sí eres profesor tienes otra de la UBU, la de sanidad, el DNI, la tarjeta de socio de una tienda de ropa, el carnet de conducir, una tarjeta para cada compañía de gasolineras, en total llego a contar 12 tarjetas. Menos mal que la junta directiva de la asociación Heavy Metal a la que pertenezco no se lo ha planteado... Una sociedad tan extraordinariamente complicada que se sobreentiende que no se tengan hijos.

La sabiduría del sistema te responsabiliza y te culpa, parecido a lo que hacen los sociópatas con sus incautas víctimas. Si hay muchos contagios por el COVID es por nuestra culpa.

Me place argumentar que a nosotros nunca se nos presupone buenos ciudadanos, somos vistos como inmaduros a los que hay que domesticar y controlar y, sí algo sale mal siempre es nuestra culpa.  

Decía Michel Foucault (1999) que «todas las teorías de la libertad pueden convertirse con el tiempo en opresoras. Lo que surge como innovador puede instituirse, al cabo de los años de un cierto triunfo, como saber acabado, convirtiéndose en la verdad, y ya solo se busca la conservación del statu quo». 

No deben sorprenderse que lo siguiente sea que un algoritmo nos diga a qué hora tirar la basura; ya saben que comemos, y quienes son nuestros amigos con los que a veces salimos, lo saben todo. 

Lo próximo será que el ayuntamiento te conteste con la inteligencia artificial del chatGPT, aunque la verdadera inteligencia del sistema o tecnodoctrina como nuevo control sea disfrazarse de eficacia y revestirse de nuestros propios gustos. 

Lo siguiente será la ciudad de 15 minutos, una especie de gulag o campo de concentración donde sí sales de tu zona, aunque sea en bicicleta, te multen.

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