Roadshow
Servidor es algo “viajao”. En exceso. De ahí la ventolera que me azuza. Aquel viaje no lo olvidaré. El horno de leña estaba encendido. Me recordó al de Valverde de Lucerna. Las llamas tragaban todo: prendas, libros, canciones, cruces, collares y enseres. De pronto, me detuve. Antes de calcinarse pude leer una palabra: “roadshow”. Escrita en cursiva sobre un celemín de madera de castaño. Y de aquel incendio de interior fue lo que más llamó la atención. A todos. No estaba solo. El lugar era sobrecogedor. Como una gigantesca cúpula celeste donde se almacenaban bellísimas obras de arte, paisajes exóticos, cosas extravagantes, cuernas numantinas, ajuares de bronce. Todo cabía en aquella enorme estancia, arcano enigmático, donde sobresalían agujas de catedral, cumbres nevadas, vajillas de lujo, dinosaurios alados, bosques impenetrables, monos gigantes, corderos y leones jugando al que te pillo y el oro y la plata se fundían en un crisol de Pereruela con el uranio… Un grupo de gente se expresaba en gacería, la jerga de los briqueros y hablaba mucho y alto y todos se deshacían en elogios, en exclamaciones. Aquí está todo lo excelso, lo más culto, lo más rico… decían. Iban de corbata, vestidos de negro, con cascos de forestales, tijeras de podar y una tablet por barba. Junto a ellos, mujeres vestidas de carbajalinas, bellísimas, rodeando un gigantesco bastidor donde bordaban tanta belleza terrenal. Entre el calor del horno, impresionaba aquel almacén siniestro y a la vez dulce paraíso. De fondo se escuchaba el sonido de una cascada, el llanto de un chiguito y el aullido de un lobo viejo que no lograba apagar la melodía de una dulzaina… Una ráfaga gélida me despertó. Nevaba. No hizo falta entender mi inconsciente freudiano, ni consultar a mi cinéfilo de cabecera. Estaba soñando y se me antojó que Castilla y León era Xanadú. Que la cúpula del sueño era Fitur, y que el horno simbolizaba lo mal que quemamos nuestra oferta turística. Así llevo soñando y soñando los últimos quince “fitures”. Madre dice que no se va a entender la enjundia, ni la velada crítica a nuestra política turística. Puede. Pero siempre nos quedará el cine en blanco y negro y don Orson. ¡Ah! “Roadshow” no es un trineo, es una técnica de marketing para promocionar viajando en plan itinerante. Y eso. ¡Ah! El de la peli es Rosebud. La próxima hablaremos de Fitur. A sueño pasado.