De las Cortes, de los de la paguita y de las azadas
A NADIE DEBE ofender, a no ser que se dé por aludido, las palabras del consejero del ramo, del ramo de la Industria y el Empleo, no del ramo de Domingo de Ramos, pronunciadas en sede parlamentaria en referencia a que en Castilla y León «no faltan trabajadores, lo que hace falta es ganas de trabajar». A nadie debe incomodar que un parlamentario no electo, pero designado, hable de lo suyo. La verdad ni duele ni ofende, la pronuncie Mariano Veganzones o su porquero. Y menos, la constatación de la realidad política que nos incumbe. Es más, deberían las Cortes de Castilla y Pollán ofrecerle un pleno monográfico para exponer una ponencia sobre el esfuerzo y las posibilidades de romper a sudar el día menos pensado, en política. No lo echen en saco roto, sus señorías. Debería hablar de esa gente de la política que tiene metido el veneno del trabajo en el cuerpo como un vicio. Que tiene unas ganas locas por trabajar, pero como no todo puede ser dar rienda suelta a los instintos y la depravación, se las aguanta y las contiene como penitentes inmisericordes. De esos que viven de la paguita en vez de ir a podar viñas o desbrozar laderas. La paguita de 98.000 eurazos al año de los de curso legal, más seguridad social, por parasitar en la cosa pública. Es un tema candente, que merece un monográfico plenario, incluso antes que el debate sobre el estado de la región, porque este es el verdadero debate. Ese es la clave del éxito: ser un inútil integral y funcional y vivir del momio, también conocido por el sobrenombre de la paguita. Nada de un pleno, un seminario y que se pongan todos a rezar. Veganzones es mi pastor, nada me falta. Sólo le faltó, para maquearlo, decir a todos los de las bancadas: «Poneibos a trabajar, que no pegáis un palo al agua, vosotros y los de la UGT y las Comisiones Obreras». Que empiece el reparto de azadas en sede parlamentaria.