Diario de Castilla y León

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Cuando enseñar es algo que depende en exclusiva de los políticos, la enseñanza se vuelve tarumba del todo. Ocurre como con los incendios en Castilla y León, que la mayoría son provocados, pero aquí nadie se atreve a decirlo porque hemos caído todos en la mamandurria ambiental de que el cambio climático es quien provoca los incendios, y además mata. Así que el criminal incendiario está en su salsa, goza como un enano, y se está convirtiendo en una especie protegida como Griñán, que robó casi 700 millones del erario público para formar un ambiente tope guay con los parados. A esta misma filosofía obedece la última bomba incendiaria de la ministra de Educación, la señora Alegría. Todo un pilar de contención frente a la borrachera infinita de un alumnado que quiere doctorarse con la prueba de madurez del alcornoque que no hay palo que le toque. Lo que quiere decir que la Ebau dejará de ser una prueba de selectividad para entrar en la Universidad. No me extraña, pues ya no hace falta preparación alguna, y menos una prueba de madurez, para saber que la única evaluación que existe en las aulas universitarias es la que hacen los alumnos a los profesores. El mundo al revés. O sea, que de nuevo salimos del lodo para caer en el arroyo. La consejera de Educación de Castilla y León, Rocío Lucas, ha protestado por el canutillo que, tan gentilmente, ofrece la señora ministra: «Es una nueva oportunidad perdida, la propuesta no sirve». Que te lo crees tú, bonita, ha respondido la ministra del ramo. Y razón no le falta, porque el ambiente tope guay que hoy existe, es que sobra hasta la prueba de madurez, porque un zoquete vale igual o más que un sobresaliente. Contra este ambiente de imbecilidad generalizada y militante, no hay quien puede competir. Siempre perderá la escasa inteligencia, porque el seso se vende por el peso.

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