Diario de Castilla y León

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ANDA apesadumbrada y confusa Carmina por lo que ocurre dentro y fuera de España. En su filosofía popular me dice sobre los muertos vivientes del PP con maternidad en ristre: no somos nadie. Ya ves, hijo, en unos días, esos poderosos dirigentes han pasado de ganar las elecciones a ser los canallas de esta comedia. No me aclaro. Me caían hasta bien porque estaban contra Pedro Sánchez, que es el único que me cae mal de verdad. Bueno, pues ahora pido que se marchen o que los echen de una vez.

No sé a ti, pero a mí me irrita que estos machitos de pan pringao se hayan liado con Sánchez para acabar con Ayuso, que es la buena de la película. Ahora su hermano es sospechoso de todas las estafas habidas en España últimamente. Y encima embuchado con la mafia china de las mascarillas illa, illa, illa. ¿Qué decirte? Que me da pena que hayan caído así: sin honor, con vilipendio, cual traidores, y matando para sobrevivir. ¿Y qué me dices del Putinazi que ha invadido Ucrania por el artículo 33? Vaya pira de piraos, hijo.

Y se fue escaleras abajo con su retahíla refunfuñona que, en culto, yo identifico con este apunte del Eclesiastés: «vanidad de vanidades, todo es vanidad». Algo que entendemos todos a la perfección por ser un componente básico de la condición humana. Y lo peor es que -como acuñan mis amigos los clásicos que asesoran estas columnas- esta vanidad nos lleva a la ceguera por barrios. A partir de aquí, y de error en error, la hoguera infinita es enrojada por la vanidad de unos egos con estraperlo.

Los ex dirigentes que han dado la vuelta al PP como a un calcetín, han tenido un exceso de hybris. Es decir, una desproporcionada valoración de sí mismos atropellando al prójimo. Un camino errático que lleva a la catarsis, a la purificación del fuego. Suprimieron la voz del esclavo que susurraba a los emperadores romanos: «recuerda que eres mortal». Como nadie se lo recordó, se les fue la olla por exceso de orgullo y con la desfachatez del necio que pintó Horacio: presumiendo «de su estirpe y de su nombre».

El diagnóstico nunca falla. Si quieres destruir a alguien, asciéndelo a un puesto por encima de sus posibilidades. De inmediato cantará la Traviata o te monta una guerra relámpago para dar tranquilidad a sus enemigos. ¿Quién dio a estos dirigentes la irresponsabilidad de la que hicieron gala? ¿Quiénes azuzaron de lo lindo el fuego para que, de bicoca en bicoca, siguieran en el puesto de mando? Dos preguntas que habrá que analizar un día, porque no hay mentira ni crueldad ni «pelotas» ni guerra que más allá de cien años dure.

Llamé a mi psicólogo para regular la hoguera que afecta a España, a Europa, y al mundo. Como catedrático por oposición, fue experto en sofocar vanidades y guerras cruentas por la lucha de un ordenador en los departamentos. Me ha respondido así de contundente. Los políticos de aquí y los de allá son el mismo merengue. En el siglo XXI han sustituido la cordura a todos los niveles por una norma funcionarial del siglo XIX. Se han convertido en funcionarios-políticos, o en políticos-funcionarios sin oposición, que abren su ventanilla al son de la vieja cantinela: «vuelva usted mañana».

Por tanto, querido Antonio, el ciudadano español, el ucraniano, y el europeo, somos astillas para enrojar la hoguera de estos funcionarios vitalicios. Tan fijos se creen, que ya ni sacrifican respetuosamente una vaca, como hacían antaño los funcionarios de los dioses, para ver el estado de las vísceras y obrar en consecuencia, como señalabas tú el viernes pasado. Ojalá, porque los fieles demócratas tendríamos una pequeña opción: comernos el resto de la vaca aunque sea una pezuña. Pero no. Los políticos de ahora son políticos-funcionarios-estazadores que se reparten la pieza entera.

Estoy de acuerdo con mi psicólogo, amigos. Hablamos de miles de políticos-funcionarios-estazadores de aquí y de allá -los del viejo telón de acero y los que llaman democracias liberales-,enrojando la hoguera que nos consume o desentendiéndose de ella, porque cobran y viven de esta dramaturgia incendiaria. ¿Dialogar con quién, dialogar qué? El hecho es que en estos momentos precisos ni el aire ni la tierra ni el agua cuentan como elementos fundantes de la vida, sino el fuego.

Arden las ideas, arden las verdades, arden las libertades en España, en Ucrania, en Europa y en el mundo entero, y dejan -lo normal entre colegas y funcionarios estazadores de aquí y de allá- que un tirano asesino, ladrón y totalitario como Putin juegue al ajedrez, mientras ellos abren su ventanilla-lapa para dar paso franco al horror, a la hipocresía, a las sanciones de colador agujereado, y a la palabrería hueca y vomitiva.

Esta espiral de hoguera destructora -en España y en Ucrania- no la he activado yo ni Carmina ni mi psicólogo ni usted que no somos nadie, sino la estupidez y la felonía de unos políticos-funcionarios-estazadores que echan a la pira cuanto está en su mano como Nerón: porque es muy bonito el fuego. La hoguera es ya incontrolable. ¿Quién para este producto del ego y del cretinismo fanático de estos políticos a sueldo?

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