Castilla y León espera a Garzón para que se explique y escuche
El ministro Garzón debería comprender que España es algo más que el despacho de su ministerio y mucho más que Madrid. En su afán de buscar la notoriedad que no le confiere un ministerio que no debería pasar de secretaría de estado, e incluso podría parecer mucho a la vista del uso que de su cartera hace el joven político, arremete constantemente contras sectores que son el sustento del mundo rural, pero también el sustento del modelo de garantía alimentaria que precisamente ha ensalzado la crisis de la pandemia.
Al ministro no le gusta la carne. O mejor dicho dice que no le gusta que comamos carne. O que no le gusta que comamos demasiada carne. En su afán por reinventar la democracia y parte de la libertad se permite asesorarnos sobre nuestra alimentación. Pero no se preocupa de sosegar un discurso que sólo reaccionarios, sectarismo y radicales pueden digerir. Y da la coincidencia que en su beligerante discurso, que a su juicio todo el mundo siempre interpreta mal, siempre salen mal parados sectores esenciales para la supervivencia del mundo rural de Castilla y León. Pero también para la supervivencia alimentaria de las grandes ciudades. ¿O cree el ministro Garzón que los alimentos que se compran en el súper se plantan y crecen en los lineales o en los mostradores de las grandes superficies?
La última ocurrencia ha sido volver a arengar contra la carne en un periódico británico de gran arraigo. ¿No entiende que hablar mal de su país y de lo que produce su país en el extranjero deviene en un descrédito para los productos, pero fundamentalmente para los productores que están en el origen de la cadena alimentaria?
Dice que en la citada entrevista defiende la ganadería extensiva de lugares como Castilla y León. Tal vez no sabe que precisamente ese modelo ganadero está en riesgo, entre otras cosas porque el gobierno ha decidido de forma unilateral elevar la protección del lobo y dejar que campe a sus anchas, ante la frustración y el hartazgo de las organizaciones agrarias. De todas, sin distinción ni color. Todas. Pocas veces se ha concitado tanto consenso contra una acción política que adopta un gobierno al margen de las comunidades afectadas por la decisión. Es más, en contra. No estaría demás un poco de cogobernanza en estos asuntos, ahora que hemos descubierto eso de la cogobernanza en pandemia. Aunque en pandemia la cogobernanza es dejar a cada comunidad autónoma que aplique las medidas que considera necesarias en función de las olas y del estado de las olas, pero es imponer el modelo cinegético en la protección no de una especie, sino de la supervivencia de un modelo rural en serio riesgo de extinción.
No estaría de más que Garzón diera la cara, viniera a Castilla y León y se explicara ante los ganaderos y agricultores, a ver si le entienden. Y que también les escuchara. Porque en política lo importante y crucial es que el ministro entienda a los ciudadanos.