Next Generation
AÑOS de esfuerzos en materia de bilingüismo no han servido para que sigan tratando de impresionarnos con términos en inglés como solución universal a todos nuestros problemas. Multitud de empresas, especialmente en el ámbito de la comunicación y la publicidad, siguen queriendo deslumbrar a sus clientes con permanentes siglas y expresiones inglesas en el desarrollo de sus estrategias.
Los fondos Next Generation se han convertido en la versión europea del bálsamo de fierabrás que ha de aliviar todas nuestras dolencias económicas y sociales ignorando problemas macroeconómicos estructurales que generan niveles de deuda pública por encima del 122% del PIB.
El verdadero futuro de la próxima generación o Next Generation está tristemente limitado por un sistema educativo y un modelo laboral que conduce a nuestros jóvenes a la dependencia paterna o a la exclusión social. Nos acordamos de la Next Generation o próxima generación cuando algunos jóvenes se manifiestan violentamente, organizan macrofiestas, causan altercados o se emborrachan en botellones masivos. Pero nos olvidamos de una generación a la que le es prácticamente imposible independizarse de sus padres, acceder a una vivienda, trabajar en puestos acordes con su formación o, tan siquiera, estudiar aquello que quieren por un sistema educativo que ha generado un nivel de competitividad escolar y universitaria sin precedentes.
Esta situación se ha visto agravada por una pandemia que ha puesto negro sobre blanco en la situación de precariedad y falta de futuro de nuestros jóvenes. La mayor parte de contratos laborales en la franja de edad entre 25 y 35 años son temporales lo que ha limitado las posibilidades de acogerse a Ertes y las opciones de reincorporación al mercado de los trabajadores de menor edad Esto ha contribuido a que, según el Banco de España, el porcentaje de menores de 30 años sin ingresos haya aumentado hasta el 35% de la población. Por otra parte, estas dificultades laborales y económicas ha provocado en los últimos meses un retraso notable en la edad de emancipación y una caída en picado de casi 20 puntos en la tasa de jóvenes propietarios de una vivienda. Un panorama desalentador para millones de jóvenes agravado por unos desequilibrios macroeconómicos que van a exigir a la población laboral joven un mayor esfuerzo en sus cotizaciones para costear una pensiones a las que nadie sabe si podrán acceder algún día. No se trata de ser catastrofistas pero quizá la denominación de los fondos europeos como Next Generation no es la más adecuada por mucho que sea en inglés.