Diario de Castilla y León

JAVIER RAMÍREZ UTRILLA

Progresismo de salón

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NO se sabe bien qué ha pasado con los habituales voceros del progresismo clásico en relación a la dramática situación que atraviesa Afganistán tras la salida de las tropas norteamericanas. No se han oído apenas las acostumbradas protestas ni los habituales tuits críticos ante el desolador panorama que deja la llegada al poder de los talibanes al país afgano. Al margen de alguna reacción a destiempo es probable que se hayan quedado descolocados entre su tradicional antiamericanismo y el ataque a un régimen talibán que atenta contra los principios más básicos de cualquier democracia progresista.

Especialmente extraño resulta el inicial silencio de las más rancias corrientes feministas de nuestro país. Llama la atención el estado de pasividad y bloqueo  en el que han quedado sumidas ante el resurgimiento yihadista, no se sabe si por el aturdimiento de los acontecimientos, por su pacifismo de pasarela o, simplemente,  porque les ha pillado de vacaciones. No hay ningún régimen en el mundo más machista y más antifeminista que el régimen talibán. Las mujeres y las niñas van a ser, sin ninguna duda, las principales víctimas de este proceso de islamización radical. Sorprende ver, no obstante, como las habituales radicales del feminismo se lo han tomado con una prudencia y una moderación que para si las quisieran los gijoneses y gijonesas. Ha tenido que pasar casi una semana para ver alguna reacción, tan forzada como tardía, ante las posiciones del nuevo “Gobierno” afgano. Aquí estamos mucho más preocupados por los nombres de los toros que por la escolarización de las niñas afganas. Vivimos mucho más pendientes de distorsionar hasta lo absurdo el idioma castellano que de asegurar el futuro personal y profesional de las mujeres afganas. Defendemos a ultranza la transexualidad mientras permanecemos impasibles ante el avance  de un régimen que se caracteriza por alienar y humillar a las mujeres sólo por el hecho de ser mujeres. Quizá deberíamos preocuparnos menos por los «niñes» del mundo y más por las niñas afganas.

El caso es que no se entiende bien la tímida y tardía reacción de nuestros habituales voceros progresistas y feministas frente a hechos tan graves cuando nos tienen acostumbrados a poner el grito en el cielo por situaciones mucho más absurdas y ridículas. Entretanto la consolidación del régimen talibán en Afganistán va a suponer, no sólo un riesgo evidente para cualquier país defensor de las libertades, sino también un cambio radical en la actual configuración geopolítica internacional de consecuencias imprevisibles para el mundo occidental y para los verdaderos valores de progresismo, democracia, igualdad y libertad.

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