Democracia de lobos
MONUMENTAL lío el de Iglesias, vicepresidente del Gobierno, olvidando lo que es y reiterando que en España no hay democracia plena. De inmediato tuve complicaciones familiares y de vecindario. Marquitos, mi nieto, ya dijo el viernes que en mi casa no hay democracia porque de noche le mandamos a la cama sin ver la tele. Lo peor lo escuché el sábado en una reunión de vecinos. Tenemos un coletas, que vive en el piso bajo donde la luz natural no es como la del sexto, y la armó.
Pidió pasar unos meses en mi piso para democratizar la luz. Dije que no, claro, y soltó que en la comunidad no había democracia plena, y que éramos unos fascistas. Otro vecino aprovechó el envite y señaló a un tío que escribía columnas fachas en un periódico impresentable, proponiendo una votación: o dejaba de escribir, o expulsión del edificio. Algún vecino me miró, dando por hecha mi defenestración y la conversión de mi casa en picadero para okupas.
Preocupado por la marcha de los acontecimientos, me refugié en el diccionario para ver qué declara sobre las palabras democracia y plena. Muy complejo. Así que no hagan lo mismo sin tomarse antes un calmante. El Vice, que me tiene hasta el moño, no consulta al diccionario ni en pintura. Esas dos palabrejas las aprendió en las democracias populares de Cuba, Venezuela, Irán, Corea del Norte y China. En estos países no miran al diccionario: o no los hay o están prohibidos.
¿A qué se referirá el Vice con esas palabras? Pues a lo más lógico: a una democracia de lobos. Una democracia plena en la que él, como paradigma del lobo rabioso, sea el árbitro, dicte el reglamento y lo aplique por el artículo 33. Sin jueces y sin leyes se acabaron los líos, y que vengan Otegi, Junqueras y Puigdemont para que el círculo sea cuadrado, los coches circulen sin carreteras, zamparse a las ovejas sin rechistar, y alcanzar la felicidad eterna: palabra de Iglesias te alabamos, Señor.
Es aquí, precisamente, donde tiene sentido la democracia con la palabra plena. Nada de morder o robar un poquito. No. Quieren devorar a mogollón y llevárselo todo de calle con ansia y desenfreno. Emulación compulsiva de su gran patrón y mentor intelectual, el camarada Stalin. Él puso en marcha el concepto democracia plena sin vacilar: quienes no estaban en sintonía plena –millones–, los fusilaba. No cabe duda, es la fórmula perfecta para acabar con un problema democrático que no sea pleno.
Ante el reto de esta plenitud plenipotenciaria, ¿qué hacen mientras tanto las ovejas? Se instruyen con las Cartas finlandesas de Ganivet: «Hablar de democracia en España es música celestial; no podemos ser demócratas porque queremos demasiado a nuestra familia». Así que el rebaño vota sin parar para ver qué lobo de la familia asesta el mejor colmillazo. Sin duda, una gran ventaja sobre otras democracias plenas que no les dejan ni votar a sus devoradores favoritos y, claro, acaban en manos de cualquier carnicero.
Ayer en Cataluña se eligió a los lobos más sociales y próximos. Lo gracioso del asunto es que las ovejas, familiarmente, sólo han discutido sobre la calidad del muerdo. Y con qué delicadeza, no sea que algún macho se moleste y llame a los Mozos de Escuadra. Quién diría que a los grandes filósofos griegos les faltó una palabra esencial en su democracia: que fuera plena con plenitud plena, y en orgía rebosante y plena. O sea, una jota venezolana con libertades plenas, las cárceles plenas, y sin neveras plenas.
Pero vayamos al quid de la cuestión: ¿quién es el verdadero responsable de esta orgía indiscriminada en nuestra democracia plena con más de 120 mil muertos covilizados, con millones de personas en las colas del hambre y del paro, y con la vergüenza de un Vicepresidente que ha subido tan alto que se ha olvidado que se sienta «sobre el culo» como escribía Montaigne en uno de sus ensayos?
Yo pensé, con perdón, que a esta pregunta respondería el manifiesto de intelectuales y de políticos, publicado el jueves. Pues no. Tras esgrimir sólidos argumentos contra Iglesias que suscribo, alguien al final, que al parecer debe mucho o teme mucho al lobo Cesar Imperator, coló a los firmantes el síndrome del primer mordico: «Ante la historia quedará la responsabilidad del que lo nombró». Alucinante, ridículo y para tirarlo a la papelera.
¿Qué es la responsabilidad histórica para un irresponsable redomado como Sánchez, lobo alfa y omega de todas las manadas del lupus occidentalis? Un cachondeo triunfal. Dejar el ahora dramático y cruel de los españoles para que lo arregle el futuro de la historia, equivale a tirar la piedra y esconder la mano. Vergonzosa cobardía. ¿Quién ha metido en el Gobierno al lobo primate, quién lo mantiene con lesa impunidad, quién calla sus correrías? Si Sánchez quisiera, Iglesias duraría en el Gobierno lo que una chocolatina en la puerta de un colegio. El Presidente es el único responsable y, aunque se amen los dos con ternura de lobos, ya no cabe otra opción: o echa a Iglesias, o sale Sánchez. Por esto es tan irritante que hasta los disidentes con un manifiesto sean consentidores en esta democracia de lobos.’