Ni a comprar pañales
AL SERENO
No desperdician una sola ocasión de perder la confianza de los vecinos de esta tierra. Se están labrando a pulso el desapego que se extiende entre los ciudadanos cayendo una y otra vez en errores que muchas veces son desprecios que chocan con el más elemental sentido común y lo peor de todo es que no pasa nada. Hoy es el día en que los vecinos de los pueblos cercanos a Burgos y Aranda se enteran de que no pueden entrar a abastecerse de víveres y productos de primera necesidad en ambas ciudades.
Ha podido la interpretación de la Subdelegación del Gobierno de la orden de confinamiento , mucho más restrictiva y ahora corren el riesgo de ser multados. Una solución ridícula que se extralimita para prohibir un derecho que sí se admitió durante el estado de alarma, en una situación mucho más complicada y con la movilidad aún más restringida. Sotragero , pongamos este ejemplo, hoy en día es lo que se conoce como un pueblo dormitorio a una decena de kilómetros de Burgos. Son pocos vecinos y no tienen una tienda en la que abastecerse, sólo un mesón. Esta gente no tiene derecho a entrar en Burgos a comprar comida, a la farmacia o a una droguería porque se les ha acabado el detergente. Como este pueblo podemos poner docena y media de ejemplos de localidades en las que van a ser víctimas involuntarias del confinamiento de las urbes.
Esta es la orden que tienen las fuerzas de seguridad, pese a que hay dos apartados en la orden de confinamiento que avalarían que los pueblos puedan tener acceso para sus compras de productos de primera necesidad . Pero se riza el rizo de la incompetencia y ahora dan una solución muy gravosa para los vecinos tras dos días de cierre en Aranda y con el confinamiento ya en marcha en Burgos generando unos kilométricos atascos a la hora de entrar a trabajar y al colegio, actividades autorizadas en la orden de Sanidad. La ocurrencia que han pactado en el CEPOCI , con los confinamientos ya en marcha y puede que con los hogares con las despensas medio vacías, viene a decir «que la compra de productos en sí misma no es una causa justificada de entrada a los municipios afectados». Es decir, que los guardias podrían multar a quien intente ir a comprar una garrafa de aceite o dos paquetes de pañales. Ridículo máximo.
La culpa, de nuevo, cae en el ciudadano. Cerremos las ciudades, multemos al que tenga de desplazarse sin atender al sentido común ni a ninguna explicación y luego miremos para otro lado cuando veamos a los pueblos languidecer y tapémonos los oídos cuando alguien proteste. Cinismo puro.