Diario de Castilla y León
Ilustración

Ilustración

Publicado por
ANTONIO PIEDRA
Valladolid

Creado:

Actualizado:

Por fin habló el oráculo. Lo hizo el martes tras un largo y misterioso silencio, en el que el vidente –espanzurrao en una tumbona de palacio– estuvo conectado con el más allá para predecir nuestro futuro. No lo hizo desde Delfos, como fue tradición de siglos en los políticos griegos, sino desde las ruinas de la Moncloa. El país estaba en ascuas por saber las profecías dictadas por el dios. Esta vez, por las apariencias, no fue Apolo el inspirador, sino Dionisos, pues parecían las palabras de un borracho. 

¿Y esto a ton de qué? Por el crack de mi psicólogo, que se ha presentado en Grecia para visitar lo que queda del templo de Delfos. Antonio, necesitaba con urgencia hacerle al dios una pregunta que martillea mi mente desde hace tiempo. Nunca mejor que ahora cuando el coronavirus se dispara de nuevo y la economía se desploma. Como no podía más con la incertidumbre, allá me presenté con mi preguntita en directo: ¿Por qué una vez más los españoles somos el culo del mundo? 

Compréndelo, me aclaraba: no hay quien no se pregunte en España –niño o viejo, tonto o listo, pobre o rico, de izquierdas o derechas, con erte o en paro– por qué tenemos que dar otra vez las peores cifras en todo. ¿Acaso los dioses sempiternos la tienen cogida con nosotros? ¿Somos los tontos de solemnidad mayestática que lo organizamos todo a conciencia siempre bien para que salga lo peor posible? ¿Por ejemplo, cuando elegimos a un presidente del Gobierno?

Le pregunté muy interesado: ¿y qué te dijo el oráculo de Delfos? Nada, Antonio, aquello es una ruina. Ese mundo es un timo de mucho cuidado. Encima me compré un libro que explicaba las adivinaciones, que parecía escrito por Groucho Marx. Más o menos venía a decir que durante siglos los ciudadanos del mundo creían en ellas –en España las seguimos creyendo–, pero ya en su época eran un engañabobos.

Fíjate qué camelo. A quienes consultaban cualquier grave cuestión –como la que ahora nos está ocurriendo en España con el coronavirus–, le enjaretaban esta frase atribuida a Sócrates, y que en realidad parece de Pedro Sánchez: «conócete a ti mismo». Luego les daban un espejo y, acto seguido, el oráculo soltaba su incoherencia. Con las mismas, los mandaba a su autonomía para que gobernaran rumiando el embrollo. Hay que tener jeta para hacerlo y creerlo. Ahora comprendo que Heráclito se cachondeara así del oráculo: «El Señor, cuyo oráculo está en Delfos, no dice ni oculta, sino indica por medio de signos».  

Conclusión –le dije–, que fuiste a Delfos para nada. Sí. Todo ahora mismo es para nada, Antonio. Si escuchas las frases que dijo el vidente Pedro Sánchez desde la Moncloa el martes, es para nada. No pasará nada si los niños van al colegio para contagiarse, el virus no durará nada, y al Gobierno no le pasará nada. En resumen nada,  y el que nada no se ahoga, o sea yo. Y dicho esto, repartió un espejo a cada uno de los periodistas asistentes para que se conocieran mejor así mismos y no le hicieran absurdas preguntas. O sea, nada.

Tras colgar, llegó mi desconcierto y pesimismo. Y es que para ser optimista en España hay que tener menos de 5 años. Mi nieto Marquitos, que aún no los tiene, ya anda cabizbajo y me dijo el viernes: Lalo, yo soy tímido, pero de mayor quiero ser extranjero. El crío intuye que lo de Messi va mal, y sabe que si se larga es lo que nos faltaba. ¿Qué le habrá dicho el oráculo Sánchez a Messi? Pues nada: conócete a ti mismo. ¿Y qué habrá respondido el argentino? Ya, pero nos han metido 8 goles. A lo que el oráculo presidencial murmuró en suajili primitivo por medio de signos: las cosas de Ayuso son siempre un abuso. 

Increíble pero cierto. Es increíble que al oráculo fuera todo cristo aunque no dijera nada, y que hablara como los loros cosas generales sin pies ni cabeza. Lo que evidencia una sospecha: que lo que llevamos los seres humanos debajo del pelo esté bien organizado. En nuestro caso concreto algo todavía está por demostrar y confirmar: que salga alguna coherencia después de un Consejo de Ministros. La única verdad del oráculo de Moncloa ha sido que con Iglesias en el Gobierno no íbamos a dormir. Pero le faltaban dos letras para completar la adivinanza: con Iglesias y «yo» en ese Gobierno. 

No cabe duda, en Delfos entonces y ahora en Moncloa, no existen otros dos lugares en el mundo en los que un vidente avispado pueda hacer carrera con nada y por nada. Pedro Sánchez, hay que reconocerlo, es un oráculo tan avispado que le sobran hasta los signos. Sus seguidores –con la Celaá haciendo de pitia calva, y el resto de ministros y chamanes pasando el cepillo– siguen creyendo en Apolo y en las ruinas de Delfos-2 que es Moncloa. El mismo culebrón para engañabobos.

En fin, amigos, tómense la catástrofe que nos rodea de la mejor manera posible. Si le roban la salud, la dignidad y la cartera, que no le birlen lo último de todo: la alegría y el humor de la vida. Lo decía mi amigo Séneca, que era el psicólogo de todos los romanos que volvían de Delfos tan frustrados como los españoles de Moncloa: «Dum fata sinunt, vivite laeti», mientras lo permitan los hados, vivid alegres. 

tracking