Desestacionalización turística
EL COMÚN DE LOS MORTALES
El concepto de desestacionalización turística se ha convertido en un objetivo compartido por la mayor parte de destinos, si bien su desarrollo, sus efectos y sus medidas de impulso deben ser diferentes en cada uno de ellos en función de las características de su oferta turística. No es lo mismo ni mucho menos el concepto de desestacionalización en Castilla y León que en destinos vacacionales marcados profundamente por su oferta de sol y playa. Mientras que en el conjunto de España los esfuerzos desestacionalizadores de Turespaña están muy vinculados al modelo vacacional de costa y, por tanto, a un concepto de estacionalidad que afecta fundamentalmente a la concentración de flujos turísticos durante los meses de verano, en Castilla y León la situación es muy diferente. Desde hace años el sector turístico de nuestra Comunidad sabe que nuestro concepto de estacionalidad es diferente y que está más vinculado a la concentración de actividad turística durante los fines de semana, puentes y festivos frente a la demanda turística de Domingo a jueves. Son pues dos conceptos distintos de estacionalidad que producen efectos diferentes y exigen actuaciones diversas en cada caso.
El concepto tradicional de estacionalidad turística no se produce en igual medida en destinos que, como Castilla y León, ofrece propuestas turísticas atractivas más allá de los meses de verano. Podríamos recorrer turísticamente el año en Castilla y León empezando en los meses de verano, continuando por el atractivo del enoturismo en la época de vendimia; las posibilidades de turismo micológico en los meses de otoño e invierno; siguiendo por el puente de la Inmaculada y la Navidad en los que el turismo rural ha crecido exponencialmente en los últimos años; o continuando por los carnavales y la Semana Santa para llegar a una primavera que dispara la demanda de turismo de naturaleza y turismo activo. Todo ello reforzado por una atractiva oferta permanente durante todo el año de turismo patrimonial, urbano y gastronómico.
Es innegable que la Semana Santa y los meses de verano marcan las principales épocas de demanda turística de nuestra Comunidad, pero también es cierto que Castilla y León no se «cierra» turísticamente a partir del puente del Pilar como ocurre en otros destinos de costa. Basta visitar cualquier destino de costa en el mes de noviembre o febrero para comprobar que la mayor parte de los bares, cafeterías, restaurantes, servicios turísticos e, incluso, muchos alojamientos han echado el cierre hasta la llegada del buen tiempo.
Curiosamente este concepto de estacionalidad turística más vinculado a la climatología que a la oferta turística afecta también a otros destinos que han sido puestos como modelo a imitar para impulsar el desarrollo rural y la despoblación. Es el caso de las Highlands escocesas en las que recientemente he tenido ocasión de comprobar cómo, debido a la dureza del clima, durante su largo invierno es difícil encontrar algún establecimiento turístico abierto. Incluso las grandes referencias turísticas del norte escocés cierran durante el invierno convirtiendo todo el territorio de las Highlands en un auténtico desierto turístico prácticamente sin actividad.
Por tanto, es necesario que la desestacionalización turística en Castilla y León se siga impulsando sin complejos con medidas ad hoc específicas y adaptadas a nuestro territorio, en lugar de fijarnos en el modelo impulsado a nivel nacional que no nos sirve, o en falsos paraísos turísticos a nivel internacional que, desde algunos ámbitos políticos, pretenden vendernos como la panacea contra la despoblación rural.