El 93% de los casos de tularemia se transmite en los campos de Palencia
Asaja alerta de 171 casos registrados en la provincia sobre los 184 contabilizados en el conjunto del territorio nacional y defiende que se declare como enfermedad profesional para los agricultores
El topillo campesino es una de las grandes pesadillas de los agricultores cuando se convierten en plaga. Pero no se trata solo de un problema para los cultivos, sino un problema sanitario por su participación en la transmisión de la tularemia. Asaja acaba de alertar de que casi el 93% de los últimos casos contabilizados se transmitieron en Palencia. Se trata de un nuevo cálculo, horas después de que la Opa cifrara esa incidencia en el 87,5%: «Esos son los casos detectados en centros de salud de la provincia de Palencia, pero los casos que tuvieron su origen en los brotes de tularemia ocurridos en Palencia ascendieron a 171, que sobre los 184 totales en España hacen el 92,9%», matiza la organización al analizar datos de la Consejería de Sanidad y el Instituto Carlos III.
«Por fin se han publicado los datos regionales sobre la incidencia de la tularemia en el año 2019, último año en que los topillos inundaron los campos de la provincia de Palencia y realizaron cuantiosos daños, tanto en los cultivos como en las personas», explica Asaja. «Dos años más tarde de lo lógico y usual, la Consejería de Sanidad se ha dignado a publicar los datos de las enfermedades de declaración obligatoria, donde se incluye la tularemia. El Instituto Carlos III publica con diligencia los datos nacionales, que incluyen un desglose autonómico, pero desconocíamos los datos provinciales hasta ahora».
Las investigaciones de la Universidad de Valladolid corroboran lo observado por las personas del sector agrario y es que los topillos «son el principal transmisor de la tularemia que hay en Palencia. La tularemia pervive en los topillos, entre otras especies, y en momentos de mucha población la incidencia de la enfermedad también aumenta, es decir, cuantos más topillos hay mayor porcentaje de ellos tiene tularemia», explica la Opa.
Según la misma fuente, en los años 1997 y 1998 la tularemia se manifestó en las liebres y en Palencia existieron 151 casos –589 casos en toda Castilla y León–. Pasaron diez años y en 2007 hubo la mayor explosión de topillos conocida hasta ahora, que se saldó con 320 casos en Palencia, sumando los datos de 2007 y 2008 –660 casos en Castilla y León–. En 2014 volvió a producirse una elevada incidencia de tularemia asociada a la presencia masiva de topillos y en Palencia se alcanzaron los 67 casos –95 a nivel regional–. Finalmente, se acaba de conocer que en 2019 se produjeron en Palencia 161 casos, 180 en Castilla y León y 184 en toda España.
Cuando se estudian los datos de incidencia se calculan en referencia a la población de la provincia pero a día de hoy «a nadie se le escapa que donde reside el problema es en las zonas más afectadas por topillos, principalmente la comarca de Tierra de Campos y sin tener en cuenta la ciudad de Palencia». Si se realiza esa «acotación se magnificaría el dato de incidencia y si además se tuviera en cuenta el número de agricultores y ganaderos infectados en estos años respecto del total de los existentes, se vería la realidad de la dimensión del problema y tendría todo el sentido que la tularemia fuera declarada enfermedad profesional en el gremio agrario», argumenta Asaja.
También defiende que muchas personas han pasado la tularemia siendo diagnosticados de otra enfermedad y que también hay casos en los que ni siquiera el enfermo ha acudido al médico. Si se añade que los anticuerpos generados tras la infección suelen ser muy persistentes, «podemos ver que la tularemia tiene una dimensión importante y que no se está valorando suficientemente, máxime cuando es una enfermedad que no se cura en un plazo corto, generalmente los infectados tienen recaídas durante años con fiebre, dolores articulares y falta de fuerza en las extremidades».
«La tularemia es motivo más que suficiente para que se dejen de banalizar las sucesivas plagas de topillos», apunta Asaja. «Plagas en las que la Administración fía todo a unas cajas nido notoriamente insuficientes para estos roedores. Estaría bien conocer el dinero público que se ha invertido en el estudio de esta especie, en la instalación de cajas nido y en el perpetuo conteo de ejemplares por parte del Itacyl. Ya en 2019 Asaja-Palencia valoró las pérdidas en 18 millones de euros, dinero que salió de las costillas de los agricultores de la provincia que, además, siempre son los más afectados por la tularemia», concluye Asaja.