Diario de Castilla y León

PALACIO DE CANEDO (CANEDO, LEÓN)

Prada, por polifenoles

José Luis Prada, entre los líneos de sus viñedos en espaldera en el marco del Palacio de Canedo.

Publicado por
Javier Pérez Andrés | El Mundo
Valladolid

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No hace mucho aseguraba un servidor que entre las tres referencias geográficas más notables y sonoras de la vitivinicultura de la actual DO Bierzo estaban Corullón, por resonancias; Valtuille de Abajo, por raíces, y Canedo, por oasis de criterio en pleno siglo XXI. Y podría disertar abundantemente sobre Raulín, Pradiña y los Palacios, sobrino y tío, y sobre casi todos los vinos, suelos, naves, envases, desplazamientos, barros, huevos, hormigón y arcillas, duelas y cuadros sensoriales de los tres. Pero esta vez quiero ceñirme a Prada. Casi cincuenta años hace que le sigo la pista de los vinos que irrumpieron en el mercado local de los 80 -y antes- con la silueta de unas gafas negras y un paisano que rompía moldes. Era cuestión de actitud, de aplicar lo nuevo sobre lo de toda la vida. Prada fue uno de los primeros ejemplos de vinicultura sostenida en el paisaje sin mezclas, ni ambigüedades, salvo la realidad social contundente de las cooperativas vitivinícolas productivas, cuando abundaban los cuatreros de etiquetas con añadas al peso. Es ahora cuando hacemos repaso de cómo planteó Prada la viticultura y la enología desde su bodega berciana inicialmente abajo en el viejo Hospital de San Lázaro, a pie de Camino de Santiago, hoy, La Moncloa. Pero fue años después, tras la rehabilitación del Palacio de Canedo y su entorno, donde Prada desarrolló -posiblemente sin pretenderlo- casi todas las teorías y conductas que habrían de cambiar las prácticas culturales de la vid en El Bierzo y, en cierta medida, en la España de los vinos denominados de calidad, alta gama o de autorías. Ya entonces -en los 90- Prada insistió en la godello blanca, y eso que eran años de malvasías, doñas blancas y palominos, y plantó de las primeras espalderas de esta blanca emergente que causa furor en el noroeste. Las primeros godellos de Canedo siguen en las parcelas donde se plantaron, en las de San Martín, Campelo y Regueiral. Fue en la añada del 88. El año del mildiu. Entonces, en aquel tiempo, hablar de la supremacía blanca de la godello en la joven DO Bierzo era un puntazo. Más tarde, y tras mucha lucha de viticultores bercianos de dentro de la DO, se alcanzó el éxito en la batalla para diferenciar la expresión de cada viña, cada paraje y cada villa que tantos aplausos ha recibido del sector del vino y, por qué no decirlo, cierta rentabilidad que ofrece a quienes con seriedad afrontan una viticultura responsable. En los años 80-90 lo ecológico en El Bierzo lo capitaneaba Paco Pérez Caramés, con sus “casares”, término éste que perdimos para nuestros parajes. Pero aquí Prada no anduvo dudando y eso de que a la naturaleza había que respetarla lo aplicó de inmediato a la viña. Y plantó, cultivó, laboró, podó y recolectó refractómetro en mano y diseño parcela a parcela de toda su producción en ecológico. Pero en serio, como lo hiciera Caramés, con el sello y el certificado oficial. Lo demás: eso de que yo no “echo nada” a las cepas, que soy más ecológico que nadie… Eso, según el recién publicado diccionario Prada- Español, Español-Prada, es prostituirse y además una carayada y un subterfugio. Y así, las uvas que entren en vendimia en Canedo, de cada tesela del mosaico lo hacen con su apellido de tierra, Eiro D`a Avello, Valentín o el Picantal. Cada pago encuentra su etiqueta y su mencía y un vino que exprese terruño. Y Ferreira decide. Pero antes Prada se adelantó a las modas. Su último tinto, 170 Miedros, es un buen reflejo. Y su Maceración, el Xamprada y sus Picantales y claretes y varietales de godellos y tintos Mencía concentrados. Este es el Prada de los polifenoles, tal vez el menos valorado entre los colegas de los puntos y las comas y las guías ciegas. Brindo con su último “170 Miedros”.

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