HIRIART
Aire vascofrancés en la copa de Hiriart
Lo último de los Hiriart ha sido elaborar un vino blanco con la uva garnacha gris de sus propias viñas. Del majuelo de los Arenales. Una rareza y, al mismo tiempo, un guiño a la rica ampelografía cigaleña y a las posibilidades enológicas de los blancos en tierra de rosados y tintos. Además, Hiriart ofrece una gama de vinos rosados y claretes con mayor o menor coloración, de corte moderno y tradicional, así como vinos tintos en los que predomina la casta tempranillo y que se envejecen en barricas bordelesas. Hoy la bodega participa activamente en la agenda cultural, promocional y técnica de la Denominación de Origen Cigales.
Poco imaginó la madre de Mateo, a finales del siglo XIX, que su origen vasco-francés y su apellido galo cuatro generaciones después habría de convertirse en la referencia familiar en Cigales y en una marca que ha logrado consolidarse en los mercados del vino de calidad dentro de la DO Cigales. Y es que Hiriart se pierde en el árbol genealógico de la familia Muñoz Conde, pero gracias a los hijos de Jacinto y de Juana es ahora el paraguas de los vinos de calidad de familia. Todo surgió de la iniciativa de Carlos Muñoz Conde cuando en la añada de 2007 decidió retomar la tradición vitivinícola. Toda su familia es de Cigales. En ese momento entró en juego el apellido Hiriart, de clara resonancia francesa, con absoluto protagonismo. Y así empezó esta historia de vinos en el siglo XXI con dos miembros de los Muñoz Conde entregados a la causa. Carlos, al frente de la dirección de la bodega y su hermana Inés en la gestión diaria. Un recorrido que ha implicado muchos cambios, inversiones e innovaciones en viña y bodega. No ha sido fácil llegar a donde están ahora 16 años después. Un viñedo muy repartido, la mayor parte en vaso y viñas, con más 40 años, obligó a nuevas prácticas culturales, a la selección de partidas de uva, control en los rendimientos y la adaptación de la bodega subterránea para las visitas. También, inversiones en los nuevos edificios anejos a las cavas tradicionales y la adecuación de las estancias para recepción de la uva, fermentación y crianza.
Y así un proyecto casi romántico que se inició con 50.000 botellas, más o menos, hoy alcanza las 150.000 botellas, de las que se exportan entorno al 15%. Un parque de barricas de unas cien bordelesas, cerca de 35 hectáreas de viñedo propias con parcelas diferentes ya catalogadas y ajustadas a diferentes tipos de vino. Entre otros pagos, destacan Quiñones, Arenales, las Plantas y Barguilla, todos ellos con fecha de plantación contrastada a principios de los cuarenta. El resto, desde los 90 hasta ahora, Candiles de Pradoval, Aceras, Campal y Moratín. En los vasos viejos alternan tempranillo, garnacha, tintorera y gris, albillo y verdejo. Y estos son los mimbres de Hiriart, que cada año alcanza mayor notoriedad en los mercados y entre los prescriptores. Ha contado con buenos asesoramientos a lo largo de la última década y hoy es la enóloga Marta Girón la responsable de las elaboraciones. La nueva bodega supuso aportar un diseño moderno a la zona. Pero siempre los acompañará el apellido francés en el nombre de sus vinos. Sus etiquetas ya destacan por su diseño con la firma del pintor babiano Manolo Sierra cuyos trazos son inconfundibles. Inés, que además es sumiller, repite que el origen es de Sare, una localidad francesa situada en territorio histórico vascofrancés. Por otro lado, Carlos insiste en que el apellido de su bisabuela les sitúa en el espacio y tiempo de unos antepasados que fueron comerciantes de lanas y de vinos, que emparentaron con familias que comerciaban vinos del País Vasco francés y de Burdeos. De ahí, el apellido Hiriart, que hoy está más vivo que nunca. Y muy bien defendido.