Diario de Castilla y León
Paisaje de una de las laderas del Duero-Douro en la Raya con Portugal.- E. M.

Paisaje de una de las laderas del Duero-Douro en la Raya con Portugal.- E. M.

Publicado por
Redacción
Valladolid

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Impresionantes cañones. Cortados de vértigo. Paredes de granito que custodian al Duero. Barcos que navegan por aguas internacionales dentro de un espacio natural que comparten el Duero y el Douro. Un territorio enmarcado en La Raya con Portugal bajo el paraguas de una reserva de la biosfera. Todo hace pensar que las viñas que aquí se cultivan y los vinos que se elaboran son parte de un paraíso. 

En el mapa del vino de Castilla y León destacan ciertas áreas geográficas que aún son desconocidas por la inmensa mayoría y por los rastreadores de la cultura del vino. Una parcela que se suple en los últimos tiempos gracias a la actividad turística fenómeno que, desde todos los territorios e instituciones, cobra auge como una fórmula de necesaria puesta en valor de los recursos propios. Pero en materia de tierra de fuerte implantación vitivinícola conviene poner el puntero con precisión. Y esto es lo que ocurre con las zonas de vino de la vieja ribera salmantina y el arribe zamorano.

Las jugadas de las normativas injustamente privaron a viticultores, bodegueros y municipios denominarse Arribes del Duero, mención que sí tiene el espacio natural desde su creación. Al menos, después de casi 50 años de lucha por entrar en el mapa oficial del vino, en julio de 2007, se iniciaron los pasos de la que hoy conocemos como la DO Arribes. Estamos ante otro arcano ampelográfico de extraordinario valor vitícola y ante un muestrario de vinos modernos que han conseguido destacar en los paneles de cata por la singularidad que permiten sus viejas variedades de uva, también denominadas castas, como sus vecinos portugueses. Lo primero que sorprende al visitante que recorre las 18 bodegas que actualmente producen vinos con DO es su ubicación. La mayor parte de ellas se concentran en Fermoselle, en plena frontera, dentro de La Raya, y un conjunto monumental en el que destaca precisamente el valor de la arquitectura popular del vino con bodegas cuevas excavadas en el duro granito, bajo las entrañas de su casco urbano. Y un apunte etnográfico e histórico que emerge en los últimos años y que es su herencia judía, que se traslada al interior de las bodegas en los pozos de agua, los cimbreados de sillares y los siete escalones de los rituales judíos que conservan la mayor parte de estas cavidades en el subsuelo follaco.

Pero, si se opta por visitar las bodegas de Pereña de la Ribera y Villarino de los Aires, el enoturista entra de lleno en un espacio natural que garantiza un paraíso de paisajes ligados a los cañones del Duero, a los ríos que van en su busca repletos de miradores, cascadas y escenarios abancalados de olivos, almendros y viñas. Dado el escaso número de bodegas, las visitas a Formariz, en el corazón de Sayago, o a Villalcampo, que conserva intacta la geometría acortinada de sus majuelos, aseguran al aficionado a la cultura del vino transitar por una red de caminos de impresionante valor etnográfico, cultural y natural. Pero la clave y la esencia de los vinos y bodegas de Arribes, está en sus suelos fértiles, en el bancal o terraza, en las laderas y en las plantaciones en la plenillanura.

En este escenario, pervive el ciclo vegetativo de las castas supervivientes a siglos de trabajo de la vid. Ahí está la Juan García, reina y señora, el reducto de la rufete del Arribe, la simpar bruñal junto a mencías, garnachas y la syrah, foránea llegada del Ródano y bien aclimatada. Entre las blancas, la malvasía se reparte el protagonismo con verdejo y albillo. El potencial ampelográfico de la DO Arribes nos depara un futuro prometedor en la operación rescate que se lleva a cabo con las históricas castas puesta en cruz, bastardillo chico, tinta jeromo, mandón y gajo arroba, que en unas añadas saltarán, sin duda, a la mesa de cata y a la etiqueta de los vinos de los arribes salmantinos y zamoranos del río Duero.

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