Bajoz, un río con fondo cultural del vino
Desde hace dos años, Roberto Castaño es el director del museo Pagos del Rey , ubicado en la localidad zamorana de Morales de Toro, en el corazón de la DO Toro. Su sólida formación cultural y su ascendencia de la zona le permiten gestionar con soltura una agenda de actividades anuales y las numerosas visitas al museo, situado en la misma bodega desde la añada de 2014. Si el río Bajoz fue la fuente de inspiración de la desaparecida cooperativa local Nuestra Señora de las Viñas, hoy mantiene una corriente permanente de cultura del vino, de recuerdo de aquellos cooperativistas.
Aún hoy la gran mayoría sigue suministrando sus uvas a la bodega Pagos del Rey, propiedad de Félix Solís Avantis desde la vendimia de 2008. Lo más sorprendente que se encuentra el visitante es el envase diseñado por el antropólogo Luis Vicente Elías, que supo trasladar un contenido histórico, etnográfico y territorial, utilizando la singular arquitectura construida en los 60 para rentabilizar el trabajo de los viticultores.
Un acierto rotundo entre el mensaje cultural del vino y unas instalaciones que todavía sujetan la techumbre con sus viejas cerchas y utilizan el interior de los depósitos para explicar el milagro de la fermentación del mosto. Una bodega de gran producción ha logrado el doblete en cifras de botellas y visitantes. Tiene una capacidad para 30 millones de botellas , aunque la media sea de unos 20 millones, el 90% amparados por la DO Toro.
Y, al mismo tiempo, recibe en tiempos fuera de pandemia, más de 10.000 visitantes al año . Ahora, sometidos a las restricciones obligadas, recibe unos 2000 visitantes de media en pequeños grupos de 6 y 10 personas desde las 10 de la mañana a las seis de la tarde que pagan cinco euros, aunque existen otras ofertas con cata y degustación. María Menéndez trabaja de enóloga en la bodega desde hace más de 20 años, lo que le permite tener un conocimiento del territorio, de los viticultores y de la materia prima.
Ella es la responsable de los vinos Bajoz, de gran implantación en el mercado, y de los Sentero. Las castas tinta de Toro, malvasía y garnacha monopolizan la trilogía de sus vinos tranquilos y de crianza en roble, blancos y rosados. El mayor valor de estos vinos es mantener sus registros sensoriales con regularidad.
Para María, la clave está en la producción de uva que garantizan sus viticultores y en unas instalaciones diseñadas con criterios enológicos en todas sus fases -recepción, fermentación y crianza- en las naves de barricas de roble americano, que explican el cuadro sensorial de jóvenes, rosados, blancos y criados en roble. Algo que el visitante profesional y el turista comprueban en las catas que se organizan desde el museo con una particularidad, quien opte por una cata con mayores registros puede hacerlo gracias a el amplio muestrario del grupo Félix Solís con sus vinos de Chile, Galicia, Rioja, Australia, Valdepeñas, Mancha, Rueda o Ribera del Duero, entre otros.
La bodega cuenta con el respaldo de la producción de viticultores de la zona en cerca de 1.700 hectáreas de viñedo viejo, la mayor parte en vaso con medias de 50 años. Merece la pena una visita por el diseño de sus naves de crianza y de las instalaciones del museo, tras el paseo por un amplio jardín repleto de elementos de la maquinaria tradicional del vino.
La colegiata de Toro, símbolo del patrimonio religioso y artístico monumental de la Denominación de Origen, ocupa un lugar destacado en la decoración interior de un museo que, desde la iniciativa privada, lidera el enoturismo en Castilla y León y forma parte activa del colectivo de museos del vino en la Península Ibérica. Lo dicho, nunca un río mantuvo un fondo cultural tan extraordinario a pesar de su famélico curso por tierras toresanas.