El hombre que susurra a las viñas
Este viñador autodidacta elabora vinos naturales de parcela en distintas zonas vinícolas alejadas de artificios
Es un buscador incansable de suelos que anhelan su identidad perdida. Aquellos terruños que han caído en el olvido y se encuentran sumidos entre la maleza. Alfredo Maestro (Peñafiel, Valladolid) pasó parte de su infancia alejado de las viñas y los majuelos de su pueblo, en el País Vasco, a donde sus padres emigraron. Siempre sintió el gusanillo por el mundo de los vinos.
Sin embargo, su formación estuvo encaminada hacia el sector financiero, donde trabajó mientras lo compaginaba con su pasión.
«En Madrid descubrí un grupo de cata, allí me junté con más gente enamorada por este mundo, fui adentrándome poco a poco y en el año 2000 decidí que además de catar vinos quería elaborarlos para consumo doméstico. Me lancé con un terreno que tenían mis padres en Peñafiel donde planté las viñas».
Corría el año 2000. Fue así como aterrizó de nuevo en Peñafiel, su tierra natal, de donde no se ha movido. Comenzó a experimentar mientras se formaba de forma autodidacta con los libros y tratados de enología que caían en sus manos.
Alfredo, ‘el nieto del pescadero’ como le conocen en Peñafiel, ha vuelto a su cuna para aportar su visión del vino . Este enclave situado en el corazón del Duero le sirve como centro de operaciones para moverse a placer por los diferentes terruños. «Peñafiel es mi roca y mi atalaya, desde donde diviso todos mis proyectos».
Respeto por la naturaleza
Es un hombre apegado al campo, a la viña a la que ha aprendido a escuchar sus necesidades. «Soy como una comadrona, las ayudo a que den a luz». Huye de empleo de cualquier químico, sólo levaduras autóctonas.
Su receta es dejar actuar a la propia naturaleza. Emplea técnicas de la agricultura biodinámica. Sus elaboraciones son vinos únicos que nadan a contracorriente de normas y corsés. Huye de cualquier maquillaje ni artificio. Él es un verso suelto que huye de cualquier encorsetamiento.
Desde su pueblo controla las 16 elaboraciones que realiza en viñas centenarias que se reparten por diferentes zonas vinícolas: Ribera del Duero, Valtiendas (Segovia), Cigales (Valladolid), Madrid o Sierra de Gredos (Ávila), todos ellos bajo la etiqueta de Vinos de la Tierra de Castilla y León.
En alguna de sus parcelas trabaja con el caballo como antiguamente. Las elaboraciones de Alfredo son joyas únicas que no se encuentran todos los días. Botellas que reflejan el amor por lo que se hace con convicción. Tempranillo, garnacha, garnacha tintorera, albillo, moscatel, palomino fino, bobal, monastrell....son algunas de la uvas con las que trabaja.
Su espaldarazo definitivo le vino en 2012 cuando una cata organizada por Víctor de la Serna sitúa sus vinos como una de las grandes revelaciones. Desde entonces, sus botellas se han colado en las tabernas más castizas hasta los restaurantes más prestigiosos del mundo. «La gente empezó a preguntar por mi, fui vendiendo en otras partes del mundo. Creía que en España iba a ser un fuego artificial y sigo estando con esos niveles», sostiene.
De las 500 botellas que empezó a elaborar al año ha pasado en este tiempo a realizar 130.000 botellas que están presentes en 30 países que se reparten entre Asia, Europa, América, Rusia y países del Este. El 70% de su negocio está en la exportación.