La ciencia que viaja sobre ruedas
Un proyecto itinerante lleva ciencia y tecnología a niños y jóvenes del medio rural mediante talleres prácticos, fomentando la creatividad y el pensamiento lógico

La Unidad de Cultura Científica e Innovación de la UBU ha sido la impulsora del proyecto
En los pueblos pequeños de Burgos, donde a veces las actividades extraescolares parecen quedar demasiado lejos, una furgoneta aparece como una visita inesperada. Trae consigo robots, cohetes de agua y experimentos con volcanes en miniatura. No es una excursión al museo ni una jornada de puertas abiertas: es la ciencia la que decide hacer las maletas y recorrer kilómetros para llegar a quienes, de otro modo, tendrían menos oportunidades de acceder a ella.
Ahí está la innovación: en transformar algo tan cotidiano como una furgoneta en un laboratorio sobre ruedas. Una idea sencilla en apariencia, pero revolucionaria en su alcance. Porque no se trata solo de transportar talleres, sino de cambiar la manera en que el conocimiento circula llevando la experiencia científica hasta la puerta de cada escuela rural. La Divulgoneta, impulsada por la Universidad de Burgos con el apoyo de la Diputación, FECYT (Fundación Española para la Ciencia y Tecnología) y del Grupo Ureta, no es solo un proyecto de divulgación: es una nueva forma de entender cómo la ciencia puede habitar el territorio.
Jordi Rovira, Delegado del Rector para la Divulgación y Cultura Investigadora, recuerda que la chispa surgió de un dato revelador: Burgos es la provincia con más municipios de España, 371 en total, y casi la mitad de su población vive en la capital. Eso significa que muchos niños y jóvenes del medio rural no tienen las mismas oportunidades de acceder a actividades extraescolares que los de la ciudad. «Por eso pensamos que sería buena idea acercarnos a ellos y ofrecer actividades de ciencia y tecnología, al menos varias veces al año», explica.
El corazón de La Divulgoneta está en los talleres que despliega allí donde va. No se trata solo de hablar de ciencia y tecnología, sino de invitar a los niños y jóvenes a tocarlas, manipularlas y experimentarlas. Desde aprender a programar robots para despertar el pensamiento computacional hasta montar circuitos eléctricos, construir un telégrafo o levantar puentes autoportantes con sus propias manos. También hay espacio para la parte más sorprendente y lúdica: recrear la erupción de un volcán, fabricar slime, jugar con la energía de una bobina de Tesla o lanzar cohetes de agua a presión que hacen volar la imaginación. Con el amplio catálogo que comparten La Estación y Espiciencia, cada parada se convierte en un laboratorio itinerante donde la curiosidad es la verdadera protagonista.
Uno de los grandes aciertos del proyecto es su capacidad de adaptarse a cada edad y nivel educativo. No es lo mismo acercar la robótica a un niño de infantil que a un adolescente, y por eso el proyecto cuenta con distintos modelos de robots: algunos se programan con simples botones, otros con secuencias de colores, bloques de código o incluso lenguajes informáticos como MicroPython. La idea es clara: que cada participante pueda avanzar a su ritmo, descubriendo poco a poco el pensamiento computacional, ese modo de ordenar la lógica y la creatividad para resolver problemas.
Además, muchos talleres permiten que niños y niñas de diferentes edades compartan espacio. En esas dinámicas, los más pequeños aprenden observando y los mayores asumen un rol de guía, convirtiendo la experiencia en un aprendizaje colectivo. La organización también cuida que todos tengan su lugar: hay material de sobra para cada participante y se fomenta la participación activa de las niñas, rompiendo estereotipos y asegurando que la ciencia y la tecnología se vivan de forma inclusiva.
Rovira destaca que la verdadera innovación de La Divulgoneta no está solo en los talleres en sí, que, en muchos casos, se realizan también en centros como La Estación. Lo que hace especial a este proyecto es que los talleres viajan directamente a los pueblos, a demanda, acercando la ciencia y la tecnología a quienes lo solicitan. Además, aunque todavía son pocos, algunos talleres se pueden seguir de forma virtual, lo que permite llegar a personas fuera de la capital. Pero Rovira subraya que el contacto directo y grupal con los participantes sigue siendo clave: Aprender ciencia y tecnología es más fácil, y sobre todo más divertido, cuando se hace juntos y de manera práctica.
La interacción práctica con robots y otros equipamientos tecnológicos resulta clave para potenciar el pensamiento computacional y lógico. Estos talleres permiten a los participantes enfrentarse a desafíos reales: analizar la situación, crear una secuencia lógica (un algoritmo), ejecutarla y comprobar de manera rápida y visual si funciona. Además, aprender así ayuda a gestionar errores y la frustración, entendiendo que equivocarse es parte natural del proceso. Según Rovira, las cosas no siempre salen a la primera, y no pasa nada: se vuelve a intentar y se aprende en cada paso.
El impulso de esta iniciativa no ha sido un camino en solitario. La Universidad de Burgos, a través de su Unidad de Cultura Científica e Innovación, ha actuado como promotora, pero el proyecto se sostiene gracias a un entramado de colaboraciones que lo hacen posible. Entre ellas destaca la Diputación de Burgos, que no solo facilita los contactos con los municipios y apoya la difusión, sino que también contribuye a financiar los talleres, reduciendo así el coste para las familias y los centros. A ello se suma la aportación del Grupo Ureta Automóviles, que pone a disposición la furgoneta, y la colaboración de Bárbara de Aymerich con Espiciencia, que se encarga de llevar las actividades a la zona norte. También forman parte de la iniciativa la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y el Ayuntamiento de Burgos, a través de La Estación de la Ciencia y la Tecnología.
El objetivo a medio y largo plazo de este proyecto es que el programa se consolide y se convierta en una herramienta habitual para los pueblos de la provincia, asevera Rovira. Se busca que vivir en una zona rural no sea un obstáculo para acceder al conocimiento ni para disfrutar de oportunidades educativas de calidad. La idea es llevar la ciencia y la tecnología a cuanta más gente mejor, sin importar la geografía ni la edad.
Para los municipios o centros educativos que aún no han participado, el mensaje es claro: animarse y sumarse al proyecto, contactando a través de la página web laestacioncyt.es para formar parte de esta experiencia.