Diario de Castilla y León

PERSONAJES ÚNICOS - ÁLVARO SÁNCHEZ

El zamorano entrenador de las plantas

Este científico es el primer investigador del Instituto de Biología Funcional y Genómica con un proyecto del Consejo Europeo de Investigación / Desarrolla un sistema para aprovechar todo el potencial de las comunidades microbianas

Álvaro Sánchez, científico titular del Instituto de Biología Funcional y Genómica.

Álvaro Sánchez, científico titular del Instituto de Biología Funcional y Genómica.ENRIQUE CARRASCAL

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Zamora

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Es un entrenador peculiar. ¿Por qué? No analiza qué jugadores le darán mayor rendimiento, pero sí que estudia qué bacterias favorecen el crecimiento de una planta o te ayudan a obtener una determinada vitamina. Álvaro Sánchez nació en Zamora, pero sus padres se trasladaron a Salamanca cuando aún era un niño. Hasta los 15 años, pasó todos los veranos en una finca que tenían sus abuelos, a las afueras de Morales del Vino. Lugar donde, según reconoce, nació su curiosidad por la naturaleza.

«Mis tíos y mis padres organizaban todo tipo de actividades, desde atrapar insectos y estudiar cómo interactuaban distintas especies, hasta localizar topos, erizos y otros animales nocturnos en el huerto», recuerda antes de puntualizar que en aquellos años 80 apenas había aún contaminación lumínica, así que se veía un cielo nocturno espectacular. Siguiendo esta línea, cuenta que todas las noches de verano salía con su familia a observar las estrellas. Un pasatiempo del que se enamoró y quiso descubrir más. Así que decidió leer el libro Cosmos de Carl Sagan.

A partir de ahí, sostiene que su perspectiva cambió por completo. Descubrió, igual que el autor de esta historia, que la física, la astronomía y las matemáticas no existen como entes separados de la biología, la historia, el arte o la sociedad humana. A esto se sumó que, tal y como rememora, él no era un niño ‘académico’. El colegio le aburría y le costaba mucho estar quieto en clase; le interesaban más los deportes. «Leer Cosmos a esa edad, empaparme del entusiasmo de Sagan por la ciencia y ver las conexiones que existen entre todas las disciplinas tuvo un impacto decisivo en mí. De hecho, ha dado forma al tipo de ciencia que hacemos ahora en mi laboratorio. No tengo muy claro aún si soy un físico o un biólogo, y supongo que en realidad da igual».

Cuando llegó a la universidad, tuvo claro que quería estudiar física. Con la idea de terminar especializándose en Cosmología, se matriculó en la Universidad Autónoma de Madrid. A medida que pasaban los cursos, su interés por la biología se fue abriendo paso y en quinto de carrera tuvo la oportunidad de irse con una beca completa a estudiar el último año en la Universidad de Tufts, a las afueras de Boston. Allí se adentró más en esa ciencia.

Al regresar, este zamorano ya tenía claro que quería dedicarse a la frontera entre la biología y la física, pero también se dio cuenta de que su base de conocimientos en biología era muy endeble, así que aprovechó una beca de La Caixa para hacer el Máster en la Universidad de Minnesota con el que ponerse al día. A la vez tomó cursos de bioquímica, biología celular, fisiología, ecología y biofísica. Tras acabar, lo aceptaron para hacer el doctorado en Biofísica en la Universidad de Brandeis. En su tesis desarrolló un proyecto que combinaba modelos matemáticos de regulación genética en bacterias y experimentos de microscopía de una sola molécula.

En esta etapa, según cuenta Sánchez, colaboró con otros físicos que estaban trabajando en problemas de biología en MIT y Caltech, y antes de haber defendido la tesis, ya empezó a trabajar en MIT en el laboratorio en el que luego hizo su posdoctorado. Aunque estaba en el departamento de física del MIT, el laboratorio en el que trabajaba investigaba sobre la ecología y evolución microbianas.

Al terminar el posdoctorado, en 2013, dirigió su propio grupo de investigación en Harvard, en el Rowland Institute. En 2016, le ofrecieron una plaza como profesor de ecología y evolución microbianas en Yale, y a los cinco años le promocionaron a Associate Professor. Apenas un año más tarde, decidió volver a España. Cerró su laboratorio en Yale y se incorporó al Centro Nacional de Biotecnología en Madrid.

El último paso fue regresar a casa. El Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG) le tendió su mano y este zamorano decidió cambiar de aires y contribuir al desarrollo de la ciencia en su tierra. En este sentido, explica que cuentan con dos proyectos activos. El más grande de los dos, que recibió financiación del European Research Council (ERC), se basa en explorar lo que considera el descubrimiento más importante que ha hecho en su laboratorio.

«Que las mismas matemáticas que explican cómo los rasgos de un organismo emergen de las contribuciones de sus genes se pueden utilizar también para predecir y entender cómo las propiedades de un ecosistema emergen de las aportaciones de las especies que lo forman. En genética, se ha descubierto recientemente que el hecho de que los genes de un organismo interactúen entre sí puede llevar a que el efecto de nuevas mutaciones sea más predecible, a pesar de que el número de estas interacciones sea astronómicamente alto y no podamos medirlas todas», explica Álvaro Sánchez.

Este trabajo consiste en investigar si lo mismo ocurre en ecología, y han observado que es así. «La maraña de interacciones entre las especies que forman una comunidad ecológica puede hacer que las propiedades colectivas de los ecosistemas sean más predecibles, siempre que se den ciertas condiciones matemáticas. Este hecho nos permite desarrollar modelos matemáticos y estadísticos que hacen posible identificar ecosistemas óptimos desde un punto de vista funcional. Por ejemplo, qué microorganismos deberíamos incubar juntos si queremos obtener la mayor cantidad de biocombustible posible en un fermentador, qué cepas de levaduras vínicas deberíamos inocular juntas si queremos obtener un vino de ciertas características, o qué combinación de microorganismos puede actuar como biofertilizante de forma más efectiva».

En su opinión, la administración a nivel estatal no entiende ni valora la ciencia y, a veces, parece que actúa en contra de los científicos. No obstante, comenta que, a pesar de estas circunstancias tan complicadas, en Salamanca tienen centros en los que se realiza una investigación puntera, como es el IBFG, el IRNASA o el CIC. A esto se suma, tal y como expone el zamorano, que la Universidad de Salamanca cuenta con muchos grupos que son líderes en su campo a nivel internacional. «Todo esto tiene un mérito enorme dadas las dificultades a las que nos enfrentamos».

En este sentido, indica que en Salamanca han pasado de un proyecto ERC a ocho o nueve. De igual forma, celebra que las direcciones de los centros están haciendo esfuerzos significativos para captar talento, crear nuevas áreas de investigación y optar a programas de excelencia que incrementarían de forma significativa la financiación de nuestros centros. Prueba de ello dice que, en los últimos años, se han incorporado grupos jóvenes excelentes al sistema y se han puesto en marcha iniciativas como el programa de atracción de talento del Ayuntamiento de Salamanca, que ha tenido resultados espectaculares. «De los cinco investigadores que atrajo este programa, dos han obtenido una ERC Consolidator. Solo con estos dos proyectos, se ha atraído a nuestra ciudad el doble del dinero que se invirtió en este programa. El retorno a la inversión realizada habla por sí mismo», asegura el científico.

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