Diario de Castilla y León

MATRIMONIO IGUALITARIO

Veinte años del matrimonio gay: "No es tan fácil como se lo pintan ahora a los jóvenes"

Gema y Ana fueron las primeras mujeres de Castilla y León en casarse tras la entrada en vigor de la ley que cumplió dos décadas el 3 de julio

​Las asociaciones LGTB conmemoran la efeméride dedicándole las actividades del ‘Orgullo’

Ana y Gema el día de su boda hace 20 años y en la actualidad.E.M.

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Valladolid

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Este jueves cumplió 20 años la entrada en vigor de la Ley de Matrimonio Igualitario, pero lo de las parejas del mismo sexo aún no está tan normalizado en lo social como lo está en lo legal. "La cosa no es tan fácil como se lo pintan ahora a los jóvenes", declaran, en respuesta a este periódico, Gema Segoviano y Ana Cabeza, las primeras mujeres que contrajeron matrimonio en Castilla y León tras la publicación de la norma. "El rechazo en parte de la sociedad, y en las familias, sigue siendo un problema muy importante", añaden.

Parece que fue ayer, pero en poco tiempo su unión también cumplirá 20 años. Fue el 9 de diciembre de 2005 cuando, sin haber tenido ninguna intención de ser las primeras lesbianas en darse el ‘sí, quiero’ en la Comunidad, salían casadas del Ayuntamiento de Segovia. Tras las puertas les esperaba un reducido grupo de amigas que les tiró confeti, hubo felicitaciones y aplausos, pero allí no estaban los familiares de Ana, y de los de Gema, solo su hermano. "Aún hoy siguen sin aceptarlo", relatan con tristeza. En ese momento notaron como nunca la diferencia de mentalidad entre el madrileño barrio de Chueca, donde ambas habían residido meses antes, y una capital de provincia como Segovia.

"Nosotras nunca pensamos que íbamos a ser las primeras de Segovia en casarnos, ni de Castilla y León. Lo hicimos para proteger nuestra cuestión jurídica, para protegernos la una a la otra", relata Ana. "Cuando salió la ley yo vivía en Chueca, la gente se puso muy contenta, aplaudía en los balcones. Cuando empezamos a vivir Gema y yo juntas, de repente ella me dice: ‘¿Te quieres casar conmigo?’ Y le dije que sí".

"Llevábamos un tiempo pensando en algún tipo de escrito, alguna cobertura jurídica, no pensábamos que nos pudiéramos casar, no sabíamos si la ley se iba a terminar aprobando", añade Gema. "Conocíamos que se estaba preparando la ley, pero no sabíamos hasta qué punto iba a ser aprobada en la primera parte de la legislatura. Cuando salió la noticia, llamé a Ana y me contó que estaba por ahí todo el barrio de Chueca revolucionado. Quedamos por la tarde para poderlo celebrar un poquito. Nos pilló medio de mudanza, porque en agosto de ese mismo año, del 2005, ya nos vinimos a vivir a Segovia".

"Después, en un momento de estos que estás en el sofá, fue cuando le dije a Ana: ‘Ana, ¿te quieres casar conmigo?’. Se tomó unos instantes para responderme, yo me imagino que se le estaba pasando por la cabeza, un poco de todo, ¿no?" apunta Gema. "Sí, sí", reconoce Ana.

"No fue tan romántico como ponerte de rodillas y cosas de esas, pero yo creo que lo romántico consiste en que el corazón es el que manda, lo real es el día a día y el amor y el cariño que se pueden tener dos personas", señala Gema con el asentimiento de Ana, palabra por palabra.

Cuando llegaron de Madrid y le pidieron al entonces alcalde, el socialista Pedro Arahuetes, que las casara, él respondió que era la primera pareja que se lo pedía, y que si querían que el Ayuntamiento llamase a los medios de comunicación para cubrir el evento. "Le dijimos que no, porque teníamos miedo de perder nuestros empleos si el asunto llegaba a saberse en nuestro ámbito laboral", relata Gema.

Fue una boda "de trece o catorce invitados", recuerdan. "Porque íbamos contra corriente". Tanto es así que sus familias siguen sin aceptarlo. "No lo admiten en nuestras familias, no son tan comprensivos como a veces aparece en las series de televisión, en las que todo el mundo acepta a las parejas del mismo sexo", señala Ana. "En el tema educativo todavía hay mucho por hacer. Lo habitual es que tu entorno no lo acepte".

Rechazo

"Yo me alegro cuando veo los enlaces de gente joven celebrándolo, que ahora suelen estar más arropados por los padres, por los hermanos, por el resto de la familia. Eso sí que te gusta", remarca Ana. "Pero en general, las familias de algunos amigos LGTBI míos y de Gema, son de familias que les cuesta mucho aceptarlo. Yo que tengo 64 años, mi generación está más atrasada en estas cosas".

Y es que, dos décadas después, las reivindicaciones LGTBI siguen a la orden del día para normalizar el matrimonio igualitario. Tanto es así que entidades como la Federación Estatal LGTBI+ (Felgtbi+) y Cogam, el colectivo LGTBI+ de Madrid, entidades convocantes del Orgullo Estatal LGTBI+, han utilizado como lema de este año ‘20 años avanzando en derechos: ni un paso atrás’. Esta consigna encabezó la pancarta principal de la gran manifestación estatal, que recorrió el madrileño Paseo del Prado desde Atocha hasta Colón este sábado, 5 de julio.

El Orgullo 2025 conmemora el vigésimo aniversario de la aprobación del matrimonio igualitario y hace un llamamiento a "una movilización firme y constante frente a la alarmante regresión de derechos que amenaza al colectivo, tanto a nivel nacional como internacional, en un momento crítico que exige un compromiso institucional firme y sostenido para proteger los derechos de todas las personas LGTBI+ frente a cualquier intento de retroceso", apuntan desde la organización.

Según declaran desde Felgtbi+ y Cogam, en 2005 "España se situó a la vanguardia mundial al aprobar el matrimonio igualitario. Sin embargo, dos décadas después, los avances logrados están en riesgo. Ante esta situación, las entidades convocantes han alertado de que el colectivo enfrenta una ofensiva ideológica y legislativa sin precedentes, con medidas que buscan desmantelar conquistas de derechos aprobadas por consenso".

"Los retrocesos forman parte de una ola reaccionaria internacional, donde se están aprobando leyes abiertamente discriminatorias que restringen derechos y libertades fundamentales y que amenazan los pilares mismos de la democracia", asegura Paula Iglesias, presidenta de la Federación Estatal LGTBI+. Bajo este marco, Iglesias subraya la responsabilidad de las instituciones públicas: "Es más necesario que nunca que quienes sí defienden los derechos humanos lo hagan visible. Que digan alto y claro de qué lado están. Que conviertan sus espacios en refugios seguros para la diversidad y en símbolos vivos de una sociedad más justa e igualitaria".

Pioneros

Gema y Ana están de acuerdo en que hay que mantener viva la reivindicación para seguir avanzando en derechos, en visibilización y aceptación. "Nosotros fuimos de los tres primeros países en los que se aprobó el matrimonio igualitario. Actualmente creo que llega a una treintena escasa, con lo cual tampoco se ha avanzado tanto", destaca Gema.

"Sobre todo hay quien piensa que en la Unión Europea está conseguido, y no es así. Ahí tenemos el caso de Hungría, Polonia, Rumanía, Bulgaria. Sin ir más lejos, Italia tiene una figura que le han llamado ‘Unión Civil’ y no es equivalente a la figura del matrimonio", añade. "No hace falta irse al otro lado del charco para ver que no siempre está reconocido el matrimonio igualitario".

Las dos creen que en sus bodas de plata habrá "algunos amigos más" que el día de su enlace, aunque no van a esperar esos cinco años para hacer una buena celebración de los veinte: "Hay que celebrar todo lo que podamos", dicen.

Echando la vista atrás a todos estos años, aseguran que no se arrepienten de la decisión que tomaron hace dos décadas. Eso sí, no todo ha sido idílico y maravilloso, igual que sucede en todos los matrimonios: "Somos una pareja real y tenemos nuestros días buenos y nuestros días regulares. Y ha habido momentos que se hace más cuesta arriba. Pero nunca se nos ha ocurrido tirar la toalla o arrepentirnos de haber dado el paso", declaran. En cuanto a lo demás, "nosotras hemos aprendido a vivir así. A vivir con nuestros recursos y a apoyarnos mucho la una en la otra, y ayudarnos".

Es un tiempo en el que han quedado algunas cosas en el tintero. Hay una que le fastidia especialmente a Gema: "Si hay una espinita que tengo clavada es que, cuando nos casamos, como todavía la situación no estaba del todo aceptada, no pudimos pedir los quince días que nos correspondía en el trabajo por matrimonio", relata. "A todo el mundo se los dan para irse de luna de miel, y nosotros no pudimos hacerla".

Pero al instante, Ana toma la palabra para apostillar: "Bueno, luego nos hemos ido por ahí muchas veces, hemos sido viajeras". En cuanto a lo de seguir en el ‘armario’ en el ámbito laboral, ya no es así: "A estas alturas de la película ya nos da lo mismo, que lo mismo nos da. Cuando van pasando los años y vas viendo la perspectiva personal y la situación laboral, vas dejando de lado algunos temores", concluyen.

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