Juan Luis Arsuaga - Codirector de los yacimientos de Atapuerca
«No tengo WhatsApp ni veo series, tengo todo el tiempo para leer, soñar, escribir...»
Reedita su primera novela de ficción, ‘Al otro lado de la niebla’ (Destino) donde relata leyendas en las que el hombre prehistórico es tan protagonista como la propia naturaleza / El Museo de la Evolución de Burgos acoge la presentación el martes, a las 20.15 horas
La agenda de Juan Luis Arsuaga es interminable. Casi imposible quedar con él. Si no está en el tren de presentación en presentación, está reunido con un director de museo para una nueva exposición en el MEH, o perfilando un artículo científico. Diseñando una de las campañas de excavación más amplías, en Atapuerca, con sus compañeros Eudald Carbonell y Jose María Bermúdez de Castro. O escribiendo. Al teléfono no se pone. Y los mensajes, los contesta a ratos.
Los años le han permitido elegir a qué destina su tiempo. Acaba de reeditar su novela Al otro lado de la niebla que si ahora no requirió sentarse a llenar la hoja en blanco sí llevó a cabo una labor de insistencia a la editorial para que se republicara. También lleva tiempo la labor de promoción, conferencias, presentaciones... Acaba de llevar al Museo Nacional de Antropología en Madrid su primera novela de ficción. Este martes se presenta en casa. En el Museo de la Evolución Humana. Mientras, sigue trabajando nuevos libros uno en compañía, otro quizás una novela y en julio lo que más le gusta, bajar a la Sima de los Huesos y pasear por la sierra de Atapuerca como uno más de la tribu de Miguelón.
Pregunta.- ¿Porqué las 24 horas del día no nos cunden igual a usted que a mí? ¿Cómo hay tiempo para tocar tantos palos?
Respuesta.- Para tener tiempo en la vida es muy fácil. Uno, no tengo WhatsApp. Y dos, no veo series. Mis hijos ya son mayores, no tengo que hacerles la cena... Así que tengo tiempo para leer, para escribir, para soñar y para más cosas. Este año me he sacado el título de Patrón de Yate. Ahora me hace falta un velero, es una maravilla surcar el mar...
P.- Pensaba que lo suyo era explorar en tierra firme. Aquí (el despacho en el Museo de la Evolución Humana) siempre le veo unas botas preparadas para subir a la sierra.
R.- Siempre estoy preparado para ir al campo. Yo soy prehistoriador, paleontólogo, pero, sobre todo, soy naturalista. Me gusta la naturaleza, las estrellas...
P.- Dice que Al otro lado de la niebla, el libro que acaba de reeditar con Destino, es «una leyenda» en la que «casi todo es verdad». La esencia es la naturaleza y sus elementos que «tenemos tan cerca que nos podrían contar muchas cosas que conocieron sus antepasados si quisiéramos escucharlos». ¿Hemos perdido esa conexión con la naturaleza? ¿Ya no somos sus príncipes?
R.- Para empezar si ya no podemos ver las estrellas ... ya con eso lo has perdido todo. Es que es el peor de los síntomas porque no es solo que no podamos ver las estrellas, es que las hemos sustituido por luces y no las cálidas de antes que era como anaranjadas. Ya las hemos sustituido por los leds, que nos dan un firmamento de quirófano, frío... Es que sin las estrellas... Si ya no hay noche ni hay día, todo es día porque no hay estrellas... si nos han quitado la noche... ya qué... Hasta los ríos los hemos entubado... Aunque siempre nos quedará el WhatsApp y las series claro.
P.- ¿Entonces hay que perder nuestra esencia urbanita para recuperar esa conexión con la naturaleza?
R.- A ver, hay una cosa segura, solo sabemos una cosa del futuro y es que vamos a vivir en ciudades, aquí, en China, en Estados Unidos... La mayor parte de la Humanidad. Igual ese camino nos toma cien años, pero es la más económica, más eficiente que núcleos dispersos. Entonces, hagamos que las ciudades sean más nuestras, llevemos la naturaleza a las ciudades. Es como ir a la playa. Si vas con la silla, la nevera, la tumbona, sentados con la cerveza en la mano... Es como estar en el sofá de casa. Si vas a la playa y no tocas la arena, no caminas por el agua... Si vas, quédate en el suelo jugando con los niños, siendo un niño...
P.- Seguiremos con la luz led.
R.- Eso no. Vamos a vivir en ciudades, hay que tener farolas, sí, pero esas en las que miras a la noche y puedes ver las estrellas, porque las que te pegan un fogonazo en los ojos, eso no es el futuro. Necesitamos esas luces que ya se estilan en Europa, en ciudades con encanto, una luz cálida, bajo la que te apetece dar un beso, no esos focos que te deslumbran.
P.- ¿Y si no nos dejan?
R.- Habrá que rebelarse. Fuera series, fuera Whastapp, fuera luces led... queremos que sea de noche y de día... queremos que la naturaleza entre otra vez a formar parte de nosotros. Pero es algo importante, ya hay movimientos en ciudades europeas que plantean todo esto de ser ciudades más amables intentando recoger esa conexión con la naturaleza. Hay que ponerse a ello.
P.- La naturaleza es importante en Al otro lado de la niebla. Un protagonista como Piojo, Murciélago, los Hombres Águila o Gata... No es lo mismo escribir un artículo científico, en base a unos datos, que un artículo de divulgación allanando unos datos para el común de los mortales, pero una novela ambientada en la prehistoria, escrita desde el siglo XX ó XXI muchas veces pierde credibilidad.
R.- Es que hay quien le gusta salir a coger setas y cree que ya puede hacer una novela sobre la naturaleza y el ser prehistórico que lleva dentro. Hay mucho más. En mi caso me gusta salir a coger setas, estudio el pasado de manera directa como prehistoriador, como ya he dicho soy naturalista. Este libro no está escrito desde la actualidad. Es de alguien que estudia la biología, para empezar, y en segundo lugar, una persona que vive la naturaleza y así puedes conectar más fácil. También he leído mucho, he sido un fanático de las lecturas de tradición oral de los diferentes pueblos, desde pequeño. Me gustaban mucho esas historias y relatos y todas esas experiencias de indios americanos, de aborígenes australianos o los bosquimanos del Kalahari...
P.- ¿Todo eso es lo que se mueve en el libro?
R.- Hay mucha etnografía, mucha etnobotánica, antropología social si quieres, hay muchos esfuerzos, pero también está contado desde el cariño y desde el terreno y el conocimiento con una trama que está bien. Si lo unes todo tienes el interés que yo tenía por esta reedición.
P.- El libro se publicó hace 20 años ¿Ha cambiado algo? ¿Por qué volver a editarlo?
R.- No he tocado nada. Está tal cual se publicó en 2005. Insistí a la editorial (está publicada por Destino) que había que reeditarlo porque este libro formaba parte de una colección muy rara de autores de no ficción a los que se nos invitó a escribir nuestra primera novela. Aquel sello había cerrado, esta funcionó bien pero ya no estaba disponible. Y la gente me comentaba que quería leerla, había interés y aquí está.
P.- ¿Contento con el resultado?
R.- Sí mucho, está funcionando muy bien. Se está vendiendo y la editorial está contenta. Ya les dije que tenía razón, que es un libro que merece la pena. Y la portada, el dibujo... es de alguien que ha excavado con nosotros, Diego Robredo, es un artista...
P.- ¿Cuántas novelas llegan en un paseo tan sugerente como los 13 kilómetros de galerías desde Portalón de Cueva Mayor hasta la Sima de los Huesos?
R.- Pues tengo muchas novelas en la cabeza, por lo menos una, pero todo esto de publicar depende de la gente, de las ventas, de la editorial, de que la cosa funcione... Pero bueno antes viene el tercero con Millás, y tengo muchas cosas, tengo cosas en la agenda hasta enero...
P.- El secreto: ni WhatsApp ni series.
R.- Eso es, ni whatsapp, ni series y los hijos mayores.