Diario de Castilla y León

Los Campaneiros de Manzaneda en León vuelven a correr por su acervo

Campaneiros de Manzaneda.- ICAL

Publicado por
Redacción
Valladolid

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La tradicional mascarada recorre las calles de este pueblo cabreirés para preservar un legado único del noroeste peninsular

Las carreras por las empinadas calles de Manzanada de Cabrera (León) vaticinan una jornada de fiesta y de antruejos. Los campaneiros, guardianes de un acervo, salen con carrasca en mano, empapada en la fuente del pueblo, con la que 'arrean' y mojan a los niños y adultos, a los que persiguen sin pausa. Una gaita y un tambor particular, con un caldero de metal, acompañan con música esta tradición, sostenido hoy, 12 de agosto, por ser el momento con mayor número de personas en el pueblo, entre los propios vecinos, hijos del pueblo y otros veraneantes , que durante semanas genera un bullicio poco habitual en la comarca de La Cabrera. Al contrario, en otro tiempo, la mascarada salía el Día de Año Nuevo, en invierno, época habitual de estas tradiciones en Castilla y León.

La de los Campaneiros es una de las muchas que aún perviven en todo el oeste de la Península Ibérica, tanto en el lado español como en el portugués, una serie de celebraciones y de ritos que se hunden en la huella del paso del tiempo: las mascaradas de invierno.

Recuperada en 2021 tras varios años sin su celebración, durante la pandemia, los habitantes de la localidad reflexionaron sobre la preparación de nuevas carátulas, guarinas, que son los trajes típicos utilizados, y campanas. Colleras y carrascas completan una vestimenta que hace única esta mascarada cabreiresa.

Los campaneiros representan una de estas tradiciones que hubo un punto de desaparecer por el siempre complicado relevo generacional y el éxodo rural. Solo la labor de quienes quisieron preservar este peculiar rito ha permitido que, en la actualidad, se pueda celebrar una fiesta que es una danza que une a los ancestros de la comarca con los más jóvenes.

El último día del año, los antiguos habitantes de Manzaneda retiraban las campanas que portaban los animales que servían como ganado o que realizaban faenas en las duras labores del campo. Durante un día, los animales se sentían libres de ese sonido que, pocas horas después (ya con el año nuevo iniciado), explotaba pleno en el cuerpo de los mozos del pueblo. Esa última noche del año los jóvenes colocaban un ramo de romero en las casas de las mozas y una rama de pino en el resto de viviendas de la localidad.

Surgida del pastoreo

Esta tradición surge de las celebraciones de los pastores de ovejas y cabras de la comarca que tapaban su cara con cerrones de piel de cabra para correr detrás de los más jóvenes. De este modo, se iniciaba un peculiar desfile, conocido como ‘Ronda’, por las calles del pueblo, en el que los jóvenes, ataviados con ropajes antiguos y acompañados de carátulas, guarinas y campanas, disfrutaban de una jornada de diversión y en la que, además, aprovechaban para pedir el aguinaldo por las calles del pueblo.

Los ‘campaneiros’ no realizaban solos este peculiar desfile lleno de sonido y de color. Los ‘chebudos’, siempre a su lado, eran los encargados de recoger las distintas viandas por las casas del pueblo para celebrar una cena comunal en la que todos los vecinos departían y comentaban cuestiones del día a día de Manzaneda.

Auténticos son ‘El Viejo y La Vieja’, siempre bajo un paraguas y cacha en mano, que reparten ramas de romero entre los mayores; o personales como ‘El Xambarato’ y ‘La Carcatrepa’, que ese día de Año Nuevo llenaban las calles del pueblo para regocijo de todos y que lo recrean ahora en agosto.

Estas mascaradas siguen conductas similares en gran parte de la franja noroeste de la Península, en tierras secularmente olvidadas de los grandes flujos de población. Este peculiar paisaje cultural ha dotado a todas estas comarcas de una riqueza etnográfica que muchas asociaciones recuperan, en el caso de las que se hayan perdido, o ensalzan, en aquellas que han soportado el paso del tiempo.

Rememorar en agosto

Hoy, sin embargo, la tradición ha de celebrarse, como el caso de Manzaneda, en una fecha diferente a la habitual de final de año. Se busca que todos los hijos y nietos del pueblo conozcan a sus ‘campaneiros’ y todo lo que han supuesto para el patrimonio común y, por este motivo, desde hace ya algunos años esta celebración se ha trasladado al mes de agosto, informa Ical.

Ritos y mitos, cuentos y leyendas, todos ellos suponen un recordatorio de lo efímero de la existencia humana. Especialmente en esos días que van recortando la luz hasta la llegada del solsticio de invierno. Un conjunto de almas que vaga entre mundos de realidad y de fantasía para atraer la abundancia de las cosechas, el amor o la salud en una transición mística que une el final del año con los antruejos.

A veces perseguidas, a veces desconocidas, a veces a punto de perderse, pero siempre pegadas al sentimiento y al acervo de unas gentes que siempre han tratado por todos los medios de conservar ese antiquísimo legado que se les ha ido trasladando de generación en generación con el orgullo de la pertenencia a un lugar que, casi nunca, lo ha tenido sencillo para salir adelante.

No son máscaras para cubrirse. Son máscaras que convierten a quienes las portan en personajes como los ‘campaneiros’ que se imbuyen de un espíritu eterno.

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