Diario de Castilla y León

La dictadura que sobrevive en pueblos a través de nombres

Tres municipios de Castilla y León conservan denominacines vinculadas a personalidades de la época franquista. Se trata de Quintanilla de Onésimo en Valladolid, Alcocero de Mola en Burgos y San Leonardo de Yagüe en Soria

Símbolos franquistas en Quintanilla de Onésimo. J.M. LOSTAU

QUINTANILLA DE ONÉSIMO. SIMBOLOS FRANQUISTAS. J.M. LOSTAU

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Katarzyna Papiernik

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La Historia de un lugar se escribe sobre hechos y personajes destacados de cada época. Independientemente de si se trata de grandes urbes o pueblos de escasas centenas de habitantes, todos arrastran un legado que para algunos resulta glorioso y a otros les genera dolor.

En Castilla y León hay varias localidades que conservan como apellido homenaje a las grandes personalidades de la dictadura . Entre ellos, destacan tres: Quintanilla de Onésimo en Valladolid, Alcocero de Mola en Burgos y San Leonardo de Yagüe en Soria. La primera de ellas hace honor a Onésimo Redondo, dirigente falangista y fundador de las JONS; la segunda al general Emilio Mola, cabecilla del golpe de Estado de 1936; y el tercero a Juan Yagüe Blanco, militar y ministro del Aire de Franco.

Con la Ley de Memoria Democrática aprobada el pasado 14 de junio en el Congreso de los Diputados y pendiente de recibir el visto bueno en el Senado, resurgen dudas sobre el futuro de cierta simbología y denominaciones presentes en la actualidad en España . Se trata de placas conmemorativas, monumentos, calles y también municipios, que no fueron posibles de modificarse a través de la Ley de Memoria Histórica del año 2007.

Estos pueblos se situaron en el ojo del huracán cuando un abogado madrileño, Eduardo Ranz, decidió emprender medidas legales en el año 2016 para obligarlos a cumplir con la Ley de Memoria Histórica. Cuatro años después, los nombres de los municipios castellanos y leoneses siguen intactos.

Quintanilla de Onésimo

El municipio tomó el nombre de Onésimo Redondo, nacido allí. Lo habitual es que los hijos hereden los apellidos de los padres. Quintanilla, la localidad vallisoletana que vio nacer a Onésimo Redondo en el año 1905, uno de los principales ideólogos del nacionalsindicalismo español y fundador falangista de las JONS , tomó su nombre tras su muerte tras una emboscada anarquista en 1936 tras su liberación de la cárcel en la que fue encerrado durante la Guerra Civil.

De este modo, el municipio que un día llegó a llamarse Quintanilla de Abajo, pasó a ser Quintanilla de Onésimo. Esta denominación ha permanecido intacta desde hace más de 80 años.

No obstante, ya ha habido intentos de deshacerse del legado dictatorial en el nombre de la localidad vallisoletana. Corría el año 2016 cuando el abogado madrileño, Eduardo Ranz  de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica demandó al pueblo por incumplir la Ley de Memoria Histórica. La batalla judicial se llevó a cabo en el juzgado número 3 de la Audiencia de Valladolid.

El abogado madrileño acabó solicitando en 2016 cambios en 167 localidades de Castilla y León, entre las que había 29 de Valladolid, en las que se mantenía simbología franquista.

El pleito cumplió con su propósito a medias. Los intentos de implementar cambios en la denominación de la localidad vallisoletana acabaron en papel mojado, pero se modificaron los nombres de siete calles y plazas, se eliminaron dos placas conmemorativas de Onésimo Redondo y se quitó un yugo con flechas en unas viviendas construidas durante la época franquista.

La plaza Onésimo Redondo pasó a ser la plaza Mayor, lo mismo sucedió con la plaza del Generalísimo, que también cambió de nombre. Las calles Ramiro Ledesma, Leones de Castilla, Primo de Rivera o Jesús Aramburu adoptaron una nueva denominación, y en el callejero de Quintanilla aparecieron vías bautizadas como calle San Roque, Álamos, Avenida de Valladolid o Casas Nuevas. A día de hoy, queda una placa con un crucifijo en el municipio en el que figura la inscripción: "Caídos por Dios y por España presentes".

En el momento de la demanda cayeron todo tipo de argumentos por parte del gobierno municipal. El ya ex alcalde popular, Raúl Piquero, se limitaba a recalcar las potenciales pérdidas económicas de la decena de bodegas que operan en la zona. Piquero aseguró que «las leyes están para cumplirlas», aunque opinó que «no es el momento de revolver las cosas del pasado». Desde su punto de vista, nadie asocia el nombre de Quintanilla con el político franquista Onésimo Redondo. "Fue un vecino más, como tantos otros, y su casa sigue aquí, pero nadie lo relaciona ya con el franquismo", señaló el ex alcalde.

La postura del regidor actual también denota pasividad ante un potencial cambio de denominación del pueblo. El socialista, Carlos del Barrio, prefiere mantenerse al margen de la polémica y afirma que "es una cosa que de momento no se ha planteado cambiar", y reafirma su voluntad de cumplir la ley, aunque "de momento el Ayuntamiento tiene otras cosas que hacer".

Con esta opinión discrepan desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid. Su presidente, Julio del Olmo afirma rotundamente que "cuando uno cree que esto no tiene importancia indirectamente defiende los valores de una dictadura".

"El nombre es una impostura de alguien que estaba de acuerdo con la sublevación", sentencia del Olmo y añade que cuando alguien ignora esta realidad «hay que sospechar de su grado de valores democráticos".

En la actualidad no hay ninguna demanda en curso en contra de Quintanilla de Onésimo. Desde la ARMH Valladolid tienen las esperanzas puestas en la Ley de Memoria  Democrática puesta sobre la mesa ayer en el Congreso de los Diputados. Julio del Olmo está convencido de que "la nueva Ley dejará más claro qué símbolos no son constitucionales" porque es "lo que faltaba en Ley de Memoria histórica de 2007" pues "carecía de elementos coercitivos" en caso de su incumplimiento.

Además del nombre, Quintanilla de Onésimo mantiene otro símbolo de la época de la dictadura: una placa conmemorativa de quienes colaboraron en el levantamiento contra la República.

No obstante, el pequeño municipio no es el único de la provincia de Valladolid donde se mantiene simbología de la época franquista. Julio del Olmo de la ARMH señala la existencia de más de 130 vestigios de la dictadura.

Alcocero de Mola

Fruto de un accidente y con un colosal monumento abandonado a su suerte. Quiso la casualidad que el «cabecilla» del golpe de Estado de 1936 contra la República fuese a dar con sus huesos, literalmente, en Alcocero de Mola. Mucho se ha especulado sobre la muerte de Emilio Mola, principal rival de Franco para hacerse con las riendas del bando nacional, después de que el avión en el que viajaba se estrellase contra una colina de la localidad burgalesa de Alcocero que, a día de hoy, todavía lleva su apellido. 

Monumento al general Mola en la localidad burgalesa Alcocero de Mola, donde tuvo lugar el accidente aéreo en el que perdió la vida.

Monumento al general Mola en la localidad burgalesa Alcocero de Mola, donde tuvo lugar el accidente aéreo en el que perdió la vida.

Al margen de las teorías que circulan sobre su fallecimiento, independientemente de que fuese un accidente en pleno temporal o un plan orquestado por el futuro caudillo para imponer su liderazgo, lo cierto es que el régimen construyó un monolito en su honor. De hecho, el propio Franco presidió su inauguración, a principios de junio de 1939, ligando el nombre de la localidad al general sublevado que, quién sabe, pudo haber llevado el bastón de mando de la España dictatorial que se impuso a la República. 

Mucho ha llovido desde entonces y el pueblo mantiene intacta su denominación. Llegó la democracia, pero los vestigios franquistas se mantendrían durante décadas. Paulatinamente, la Memoria Histórica fue abriéndose paso y los homenajes póstumos y referencias a ese pasado tan gris y doloroso fueron desapareciendo. Antes incluso de que surgiesen leyes al respecto. En Burgos capital, por ejemplo, se eliminaron un sinfín de calles como la del propio General Mola, rebautizada como calle del Progreso. 

Sin embargo, Alcocero se mantuvo ajeno a los vientos de cambio que ya empezaban a soplar a finales del siglo XX. El pueblo se acostumbró al apellido y nunca se ha escuchado, de puertas hacia dentro, una voz más alta que la otra exigiendo su supresión. Aunque tampoco es que sean muchos, pues apenas cuenta con 33 habitantes en el censo.

En completo estado de abandono, lo que viene a ser dejado de la mano de Dios, el otrora colosal monumento a la memoria de Mola continúa siendo un reclamo -cada vez menos, todo hay que decirlo- para los nostálgicos de la dictadura franquista. Sea como fuere, en la página web del Ayuntamiento se detalla, de manera escueta, que fue allí donde "se estrelló el avión que transportaba al general Mola, muriendo todos los ocupantes del aparato". Y aparte de subrayar que "en recuerdo de este hecho se puso el actual nombre al pueblo", también se especifica, por si a alguien le interesa, que "en el lugar aproximado del accidente, el ejército construyó un monolito de unos 20 metros de altura con una escalera en su interior para subir a la parte alta, y puede ser divisado desde varios puntos de la comarca".

Enclavado en el cerro del Perejil, a 2,9 kilómetros del casco urbano de la localidad, el monolito fue construido por presos republicanos. Como en tantos otros proyectos megalómanos del régimen, las condiciones de trabajo eran pésimas y envueltas en un aura de venganza por parte del bando golpista, que en aquel duro invierno de 1939 ya daba su victoria por cantada. Tanto fue así que los ‘obreros’ se vieron obligados a transportar piedras desde la cantera de Villalómez, a unos 10 kilómetros de distancia. No en vano, también se pidió ‘colaboración’ -por llamarlo de alguna manera- a los vecinos de pueblos cercanos para las labores de acarreo. 

Cierto es que el Ayuntamiento de Alcocero no promociona el monolito como reclamo turístico. Aún así, jamás se han dado pasos en firme para eliminar el rastro de Mola quedándose únicamente como Alcocero. Si por una cuestión de toponimia se trata, resultaría menos engorroso que, por ejemplo, el caso de Castrillo Matajudíos. Fue el alcalde de esta localidad burgalesa -y actual vicepresidente de la Diputación-, Lorenzo Rodríguez, quien sometió a referéndum la posibilidad de cambiar la denominación al considerarla ofensiva hacia la comunidad judía. La propuesta obtuvo el visto bueno y, pese a no verse sometida a ninguna Ley de Memoria Histórica, el ‘nacimiento’ de Castrillo Mota de Judíos fue objeto de múltiples reconocimientos.

Volviendo al tema que nos ocupa, la Corporación municipal siempre ha mantenido una postura inmovilista. Entre otras cosas, porque los vecinos no han exigido públicamente que el nombre de Mola desaparezca de una vez por todas. En este sentido, el alcalde de Alcocero, Juan Bautista Sagredo (Partido Popular), ha restado importancia en múltiples ocasiones a este asunto esgrimiendo que a nadie en el pueblo le va la vida en ello. Y aunque no se ha llegado a cerrar en banda a aceptar los planteamientos normativos de la Memoria Histórica, tampoco ha movido ficha. 

Nada parecía alterar la tranquilidad en el municipio hasta que Eduardo Ranz presentó su escrito ante la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) incluyendo a Alcocero de Mola en la lista de incumplidores de acuerdo a la Ley. En un abrir y cerrar de ojos, la localidad se situó en el ojo del huracán tras atraer a numerosos medios de comunicación. Y el monolito, de repente, pasó del olvido a una suerte de efímera fama pero no para bien precisamente. 

Pudo por aquel entonces el equipo de Gobierno aceptar los preceptos de la Ley de Memoria Histórica. O, al menos, consultar a sus vecinos. De hecho, el regidor dejó entrever dicha posibilidad pero sin llevarla a efecto porque a nadie parecía preocuparle lo más mínimo que el legado del general sublevado siga presente. Aún así, la denuncia interpuesta por Ranz no sentó nada bien a Sagredo, quien llegó a calificar de "broma" el intento de este abogado madrileño de acabar con los resquicios toponímicos del franquismo por la vía legal. 

San Leonardo de Yagüe

Un apellido en honor al general falangista y uno de los altos cargos de Franco. Otro de los pueblos con terminología franquista de Castilla y León se encuentra en la provincia de Soria y es el del municipio de San Leonardo de Yagüe, una localidad de unos dos mil habitantes donde frecuentemente vuelve a resurgir la polémica por llevar en su topónimo el apellido ‘De Yagüe’, proveniente del que fuese el general falangista Juan Yagüe Blanco, uno de los altos cargos de Franco y conocido por liderar una de las mayores matanzas de la Guerra Civil: la de Badajoz.

Imagen de San Leonardo de Yagüe. E.M.

Imagen de San Leonardo de Yagüe. E.M.

San Leonardo fue el lugar de nacimiento del General y allí a su muerte, en 1952, se decidió añadir el apellido ‘De Yagüe’ en su memoria, «no por su carrera como militar , sino por todo lo que significaba esta persona para la localidad, ya que consiguió su desarrollo y trajo obras tan importantes como la llegada de la luz, la construcción de más de un centenar de viviendas, el cine, el teatro, la biblioteca, el centro de salud, el centro de juventud, el cuartel de la Guardia Civil y el taller de carpintería, que fue la primera piedra de lo que llegó a ser una de las empresas más importantes del pueblo», explica uno de los vecinos. 

Lo cierto es que hay opiniones para todos los gustos y en San Leonardo están aquellos que quieren seguir con el ‘De Yagüe’ y los que preferirían que se quitase. Pero esta polémica se zanjó -y a favor del propio pueblo- hace unos años, cuando el abogado Eduardo Ranz denunciaba al Ayuntamiento, y a otros siete pueblos más de la geografía española, por "mantener la denominación franquista en sus nombres". 

Tras un litigio en los tribunales, el Juzgado Contencioso Administrativo de Soria dictó sentencia en primera instancia contra el citado letrado, al no admitir la demanda que interpuso en la que exigía la retirada del apellido del municipio -De Yagüe-, en aplicación de la Ley de Memoria Histórica. Así, el juez permitió mantener a San Leonardo el nombre completo. Meses más tarde, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León confirmaba la Sentencia del Juzgado único de Soria. 

Desde el Consistorio, desde el comienzo de esta denuncia, siempre se transmitió la afirmación de que la localidad actuaría acorde con la Ley y dejaría en manos de la Justicia la decisión de quitar o no la denominación ‘De Yagüe’. 

Tiempo después de esta sentencia, la polémica saltó de nuevo ya que se habló de este caso en concreto nada más y nada menos que en las Cortes Valencianas donde un senador, Carles Mulet García, realizaba una pregunta escrita al Gobierno de España en relación a "qué medidas concretas se iban a adoptar contra el municipio por mantener su apellido Yagüe". Desde el Consistorio volvían una vez más contestar a estas acusaciones argumentando que se basan en esa sentencia de la Sala de lo Contencioso Administrativo en la que se daba continuidad al apellido de la localidad de San Leonardo de Yagüe, donde la figura de Juan Yagüe Blanco "es vista en la población como vecino y no por sus connotaciones militares o políticas".

Este pueblo soriano tiene con el nombre del General otros espacios como el teatro municipal y también un monolito de piedra, con una placa en su nombre, que sustituyó a una escultura del propio Juan Yagüe que había hasta entonces.  

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