Turistas y clientes vuelven a Aranda
Los primeros visitantes pasan por la oficina de turismo mientras el comercio recupera el pulso con los compadores de la comarca / «Si ahora cierran Madrid o Bilbao, estamos acabados», temen los hosteleros
Aranda de Duero afronta una nueva etapa en el primer día tras el polémico confinamiento de la capital de la Ribera del Duero. Lo hace con las ganas que da saber que si no andas, sucumbes. En la calle, la ciudad recupera el pulso y en comparación con días anteriores se ve por fin movimiento.
Tras semanas aciagas, la oficina de Turismo recibe de nuevo a turistas. «Esta mañana han venido ya gente de Madrid, Vizcaya y Burgos. Son pocos pero es un comienzo», explican a sabiendas de que con 300 consultas en agosto es imposible alcanzar el balance de otros años donde se superaban las 6.000, «Todo volverá», afirma el equipo técnico.
Dentro del confinamiento, el hecho de que no hayan podido entrar a comprar los vecinos de la comarca en Aranda de Duero ha supuesto una debacle para muchos. «Aquí las pérdidas pueden haber rondado el 70%», lamenta el dueño de la zapatería Chankas, de la calle Isilla, Carlos Rodríguez, preocupado porque sin la gente de fuera que venía en verano y con las «pocas ganas» que se ve en Aranda, el resurgir será complicado.
Aunque algunas tiendas han caído en el camino otras resisten el envite. «Si te caes te levantas, no queda otra», asegura Olga Rojo, la dueña de Marabela, una tienda de ropa y complementos situada en la plaza Mayor. Pese a saber que «no va a ser fácil», agradece la «vidilla» que ha recuperado la ciudad. «He visto a gente de pueblos que hace tiempo que no venía y eso da esperanza», subraya positiva, porque aunque cueste desvincularse del «estigma», confía en que «lo conseguiremos».
Centro comarcal
En los pueblos tampoco lo han tenido fácil. «En Gumiel de Izán lo hemos tenido un poco mejor porque tenemos carnicería, pescadería, despacho de pan y farmacia pero otros pueblos han tenido que buscarse la vida», comenta María Ángeles Chavarrías, quien por su trabajo en Aranda no dejó de ir a la capital ribereña. «La verdad es que volver a ver gente da alegría», explica María, una vecina que aprovechó ayer la jornada para ver a sus amigas. «Ya hacía tiempo», señala.
Decidido a «no tirar la toalla», el restaurante-asador Casa Florencio ha abierto de nuevo sus puertas en la calle Isilla. Lo hace tocado pero lejos de estar hundido. «El confinamiento nos ha hecho mucho daño porque se ha aplicado en catorce días que para nosotros son clave, ya que son las semanas de máxima facturación». De hecho, explica, solo la primera semana es como enero y febrero juntos, pero aquí estamos, con ganas y con ilusión», destaca el propietario, Rafael Miquel.
Apoyo a los hosteleros
En su opinión, la Junta de Castilla y León debería haber apoyado más a los hosteleros. «Al confinar la ciudad y recomendar a los vecinos que solo salieran lo justo, lo normal hubiese sido ordenar también el cierre de los establecimientos. Sin embargo, nos dejaron todo abierto como diciendo: cuézanse en su problema. Yo opté por cerrar porque el 90% de mis clientes en agosto vienen de fuera, y el 10% de Aranda tampoco iba a venir. Creo que no ha sido un confinamiento bien ordenado la verdad», lamenta.
Su esperanza ahora es que la administración tanto regional como local se vuelquen para reconducir la imagen de Aranda como espacio seguro y de calidad. «Lo que siempre hemos sido y lo que seguimos siendo», defiende.
«Tras el primer confinamiento pensábamos que el verano estaba perdido pero y pese a las limitaciones de aforo, tuvimos un julio fabuloso. Ahora la sensación es que todavía va a ser más difícil pero tenemos que trabajar para recomponerla y necesitamos el apoyo de la Junta», insiste sin perder de vista a Madrid y a otras ciudades referencia como Bilbao. «Si cierran ellos estamos acabados», admite.
En la calle, todos coinciden: la medida promovida por la Junta y respaldada por el juez no solo ha hecho un daño inconmensurable a la ciudad y a la comarca, tampoco se ha ejecutado en la práctica ante la escasez de controles en la carretera y la existencia de numerosos caminos que tampoco eran vigilados. «Aquí el que ha querido salir o entrar lo ha hecho», señala un vecino en la plaza de San Antonio.
La problemática escasez de policias locales que Aranda no logra enmendar ha sido sin duda determinante para una ciudad que dispone de 20 agentes, treinta menos de los que debiera tener.