Diario de Castilla y León

SANIDAD / CORONAVIRUS

La generación del Covid en el HUBU: visitas on line y mucha protección

En Burgos han nacido este mes de marzo 330 niños y niñas. Entre ellos Ilinka y Alejandra. «Hay tanto aislamiento que al mismo tiempo que te asusta, te tranquiliza» explican sus madres  

Vasilika, cumpliendo todos los protocolos, coge en brazos a su hija Ilinka.

Vasilika, cumpliendo todos los protocolos, coge en brazos a su hija Ilinka.

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Marta Casado / Burgos
Valladolid

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Durante el mes de marzo 330 niños han venido al mundo en los hospitales de Burgos. Un proceso, el del parto, y seguimiento del embarazo que se da en unas circunstancias especiales. En medio de un aislamiento total, entre mascarillas y batas, el único contacto que queda es a través del smartphone. Son niños a los que sus hermanos, abuelos, tíos y primos han conocido gracias al teléfono.

El principal objetivo es mantener el aislamiento de la planta de maternidad donde «el pasillo está desierto y en la habitación solo puede estar una persona y te aconsejan que siempre sea la misma», explica Estefanía García que el viernes 27 de marzo se puso de parto. «Sólo estaba su padre, cuando podía, y yo con ella, el resto de la familia la conocen solo por imágenes del móvil», explica Ionela Ion que el jueves 26 dio a luz a Ilinka. 

El jueves a las tres de la mañana Ilinka decidió que era el momento para llegar al mundo. A sus padres Vasilika y Ionela no les pilló de sorpresa y ya en la ultima visita les había quedado claro el proceso a seguir: en la maleta los futuros padres no podían olvidar guantes y la mascarilla. «Íbamos con mucho miedo pero el personal sanitario te tranquiliza mucho, el trato no ha podido ser mejor y luego cuando ves como es todo de cuidado en el aislamiento te quedas más tranquila», señala Ionela que vivió el nacimiento de su hija con su marido Vasilika como único apoyo intermitente. «Pasé mucho tiempo sola, porque mi marido tenia que estar con el niño mayor y veía en frente la planta donde atienden a los enfermos de coronavirus... Me ha impresionado muchísimo. Hasta ese momento no fui consciente de lo que es», explica emocionada. «Los equipos médicos y enfermeras todas equipadas con el buzo, atendiendo a un lado y a otro, es impresionante lo que están haciendo», explica.

La mascarilla también fue la compañera de Estefanía desde que entró a Urgencias. Llegó con su pareja, Alejandro Hernández, pero, al llegar, ella fue a un pasillo diferente pasando todo el proceso de contracciones y dilatación en soledad y sin quitar la mascarilla en ningún momento. «Era un poco asfixiante la verdad pero es lo que había que hacer», recuerda. No volvería a ver a su pareja hasta que entró al paritorio y durante el alumbramiento. «El paritorio es como un búnquer y si las medidas higiénicas y de prevención antes eran altas, ahora mucho más», explica. 

Y Alejandra llego al mundo pero hubo problemas y tuvo que pasar 30 horas en la UCI pediátrica. «Allí las medidas de aislamiento eran extremas y una vez pasado el susto inicial, teníamos la tranquilidad de que estaba bien atendida», recuerda. El único momento en el que los papás de Alejandra salían de su habitación era para alimentar a la pequeña. «Salíamos con mascarilla y guantes de la habitación y, al entrar, nos cambiábamos mascarilla, guantes, nos lavábamos bien con gel desinfectante y nos colocábamos batas de un único uso y el trato de los pediatras, enfermeras y auxiliares fue brutal, muy cercano y tranquilizador», explica. 

Y en la soledad de su habitación, ya con su peque junto a ella y con su pareja, la misma rutina. Mascarilla al entrar las enfermeras y sin salir al pasillo. Desde su ventana no se veía la plantilla de atención al Covid pero si la salida de quienes no lo superaban. «Desde la habitación veíamos como se llevaban los féretros en un continuo ir y venir... te generaba un cúmulo de sensaciones contradictorias», recuerda. Celebraban la vida, viendo la muerte. 

En la habitación, las únicas visitas eran a través del teléfono móvil y por vía telemática. Y solo los padres de Alejandra e Ilinka podían estar. «Lo único que ya te avisaban que tenían que traer todo, comida y agua porque las máquinas expendedoras están vacías y la cafetería cerrada», explica Ionela.

En la vuelta a casa fue el momento en que ambas conocieron a sus hermanos que no han podido hacer la primera y emocionante visita al hospital. Y en casa «me he vuelto un poco más paranoica con la limpieza y las medidas de control, lo que he visto esas tres noches en el hospital me han marcado», explica Ionela. Ninguna visita han podido recibir los bebés de la Generación Covid. Sólo las videollamadas a través del teléfono o fotos por WhatsApp. 

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