Diario de Castilla y León

Miriam Chacón ICAL

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QUIERE VOLVER a la palestra Juan García Gallardo. Pero el portazo epistolar que dio en casa de Abascal tan estruendoso fue que nadie se va a atrever ni a sugerírselo a los oligarcas, esos que según el jovencísimo ex vicepresidente de la Junta trajinan el partido. Pero que quiere volver es un secreto a voces. El se sabe un reclamo y un activo electoral que ayuda a coser y zurcir esa brecha generacional, que es la única fisura por la que teme supurar VOX en las urnas. VOX en sí mismo es un banco de pruebas en permanente dinamismo y tremendamente apegado a las inquietudes y temores, de las que se alimenta. Como estrategas hay que reconocer que son imbatibles y hasta incomparables, a la altura, en virtud estratégica, del pérfido Sánchez, ese gato de catorce vidas, que de momento ha consumido ocho y lo que te rondaré morena. Gallardo se sabe valioso para el que todavía es su partido. Y es probable que lo sea. Pero la epístola de despedida a los oligarcas llegó al mismísimo corazón de Abascal y todavía la guarda en las entrañas. Es gente muy entrañable. Pero Gallardo piensa, luego insiste. De ahí la vuelta al fervor en redes sociales, además de apariciones en canales y eventos, recibiendo galardones e impartiendo doctrina. Es un metalenguaje. Por una parte transmite sus deseos bíblicos, con la parábola del hijo pródigo. Y se prodiga. Y por otro lado, lanza el sutil amago de que está en perfecto estado de revista y si no tiene encaje en el once de VOX en Castilla y León siempre puede estar disponible para siglas emergentes. El tenía esperanza en Espinosa de los Monteros, que provisto de fe y caridad ha preferido montar el partido en dos plazos, sabedor de que las brusquedades tienen riesgo de no cuajar entre tanto amalgama. Pero Gallardo está ahí. Y estará activo más activo cuanto más se acerque la campaña. Y su creciente presencia puede ocasionar una distorsión en un VOX sin el perfil Gallardo que tan buenos resultados obró en febrero de 2022.

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